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La gran y fascinante novedad fue que, a más de musgo, líquenes y florcitas enanas, hoy, también vimos árboles. Sí, pero qué árboles: árboles sin troncos, con las ramas saliendo directamente de un punto común del suelo y prostradas hacia todos los lados, totalmente a ras de la tierra, sin fuerza suficiente para levantar la cabeza y para enfrentarse con la dura realidad de su ambiente; árboles totalmente aplastados, con ramas de un diámetro de quizás 7 u 8 milímetros en la parte la más gruesa, y de un largo de quizás unos 25 a 30 centímetros; los árboles probablemente más enanos de la Tierra, una maravilla de adaptación; los sauces árticos.

A corta distancia de este sitio, llegamos a un lago; con gran parte de su superficie todavía firmemente tomada por el hielo, y con la parte ya libre, atestada por centenares de largas y delgadas láminas de hielo desprendidas de la masa grande; bajo la acción del viento, estas láminas de hielo se entrechocaban levemente y creaban un interesante conjunto de tintineo cristalino.


Al borde del agua

Además, hoy, gracias a la acumulación de las varias horas que nos quedamos en la soledad del sitio abandonado de los Tules en el medio de este desierto de piedras, sentimos crearse en nosotros y cristalizarse paulatinamente la sensación, por más diluida y limitada, de lo que tenían que ser las limitaciones de la vida de los antiguos moradores de este sitio; la vida física, las nociones geográficas, la vida intelectual salvo sus tradiciones y religión.  ¡Qué limitaciones, qué fragilidad de existencia!

Tenemos que agregar que, durante esta caminata, durante nuestra estadía en el sitio, seguidas veces nuestras miradas escrutaban cuidadosamente el terreno hasta bien lejos en todas las direcciones porque estábamos vívidamente conscientes de la advertencia de los lugareños de que, si bien es sumamente improbable encontrar un oso polar en estas partes en esta época del año, no se puede descartar la posibilidad.

Después de haber comido insólitas cantidades de salmón, y de haber llegado a la conclusión de que no sabemos por qué el salmón es un pescado tan glorificado, ahora, desde que estamos en Resolute, comemos todos los días un pescado del Artico, que aquí llaman char, que es un tipo de trucha migratoria, que pasa parte de su vida en aguas dulces y parte en el mar, que pesa fácilmente algo de tres kilogramos y a menudo mucho más, y que tiene - por lo menos así decidimos nosotros - una carne sumamente delicada y refinada, seguramente mucho más refinada que la del salmón o del halibut.

Es sabido que, los domingos, las noticias no tienen importancia - salvo las deportivas, claro - pero, en el informativo de la noche en la televisión, de hace un rato, hubo una mención de unas negociaciones directas con el jefe de los rebeldes en El Salvador; habrá que averiguar en más detalles de qué se trata, pero podría ser una buena noticia - por fin; lo malo es que las próximas noticias en la televisión serán recién mañana a las 16; no hay que tener apuro para las noticias en estas partes; y, naturalmente, como ya es sabido, recepción radiofónica común, aquí, no hay.