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Canadá. Paso de frontera, ridículamente simple. Del lado vespucciano, ni siquiera una casilla, ni siquiera alguien para fijarse en nuestro paso, el camino estaba tan abierto como cualquier camino en cualquier otra parte; del lado canadiense, el oficial nos preguntó dónde vivimos, a dónde vamos, si tenemos algo no para uso propio, y sin verificar nada de lo que le dijimos, en treinta segundos, nos dejó pasar, y aquí ya estamos, pues, viajando por carretera canadiense.

• Carretera, por ahora, muy buena; parece, en realidad, nueva.
• Paisaje, muy lindo, muy ondulado - con sierras, valles y lagos. 
Casitas, naturalmente de madera, y - tal como ya estaban en Maine - con techos de dos aguas, bastante empinados para imposibilitar la acumulación de nieve y de su peso sobre la estructura de la casa.

Canadá es el país más extenso de América, y el segundo en superficie de la Tierra; aproximadamente igual a toda Europa - y esto, en el concepto de la verdadera Europa, hasta el Cáucaso y los Urales inclusive. Seguramente muchas cosas deben de esperarnos.  Cuestión de descubrirlas.

Son las cuatro de la tarde, y ya hace como media hora que está anocheciendo; así que lo que tenemos que hacer ahora es encontrarnos algún lugar para pasar la noche - con esta vastedad canadiense por delante.

Una cosa que notamos ya, es que todo está escrito en dos idiomas, inglés y francés.

Otra cosa que vimos ya, y que nos hace sentir, por fin, en una sociedad civilizada trascendida de la Edad Media, es que aquí, por fin, las velocidades y las distancias en las carreteras están indicadas en kilómetros y no en millas.

El tiempo, después del frío bastante fuerte de los dos días pasados, se volvió otra vez tibio; hoy, la temperatura se quedó alrededor de los diez grados - centígrados, se entiende, ya que ahora estamos en una civilización moderna.

La carretera sigue muy buena. Aquí, la velocidad máxima permitida es de cien kilómetros por hora.

Si bien en Maine los bosques de coníferos son extensos - de horizonte a horizonte - aquí, los bosques, por alguna razón, parecen más importantes, más extensos, más tupidos; acaso porque, gracias a la topografía, el panorama visible desde la carretera es más complejo, se extiende más lejos, dando así una mejor impresión de gran extensión.

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