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Ah, sí. También vimos una cabra salvaje y sus dos crías, en un lugar de acantilados escarpados tal como se asocia habitualmente con estas criaturas. Qué interesante, observarlas; con qué inteligente vivacidad nos observaba la madre; con qué cautela nos observaba la cría; cómo las dos crías aprendían de la madre; qué cierto es el proverbial equilibrio de estos animales en los terrenos los más escabrosos.


Las cabras

Y aprendimos que no hay que encontrarse debajo de ellas cuando caminan porque cada uno de sus pasos está acompañado por un mini-alud de rocas. Fueron solamente cabras pero qué interesante, su comportamiento, sus relaciones con el mundo alrededor de ellas, y sus relaciones entre sí.

Pronto nos desviaremos de la carretera alaskana hacia el Great Slave Lake. Tendremos un trecho de 510 kilómetros sin aprovisionamiento de nafta y, pensamos, de otra cosa tampoco.


Así como otros tienen un barco al lado del coche, aquí es un avión, en Toad River

Llegamos al empalme de la carretera alaskana y de la carretera que lleva al Great Slave Lake.

Y aquí vamos a pernoctar. Como anoche, nos ubicamos en un lugar abierto, bastante lejos de cualquier vegetación; sin embargo, los mosquitos son bárbaros; y nosotros, sin nuestros mosquiteros ...

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Empezamos nuestro avance hacia el Gran Lago Slave.

De los aproximados 1.100 kilómetros en total, nos toca, en una primera etapa, unos 450 kilómetros de un camino de ripio sin terminar, cortado recién este año a través de la selva canadiense, todavía sin puentes, sin marcadores, sin recursos, y todavía no abierto oficialmente al tráfico. Somos entre los primeros en recorrerlo.

Los turistas desaparecieron como por magia; ni uno. Ineludiblemente, este camino nos hace pensar en los nuevos caminos a través de la selva brasileña; si Dios quiere, eventualmente veremos si la asociación mental es valedera.

Hoy es jueves; no queremos llegar a Yellowknife para el fin de semana, naturalmente, sino el lunes, un día hábil; así que tenemos cuatro días para los 1.100 kilómetros; lo que no es excesivo pero nos va a permitir hacerlo sin apuro.

De tardecita, nos paramos, con todavía un poco de tiempo por delante; para, como siempre, despejar quehaceres internos atrasados. Qué soledad, qué silencio.