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Son casi las 5; nos estamos aproximando al empalme y pueblo de Tok, por el cual pasamos a poco de entrar a Alaska.

Después de una última distancia por los valles y las lomas de esta parte de Alaska - con largos trechos de construcciones viales a gran escala, que parecen ser una actividad eminentemente estival en este clima de largos fríos invernales - después de una última sacudida por el asfalto ondulado típico de Alaska, llegamos a la frontera con Canadá.

En la aduana vespucciana, tuvimos que enseñarles su trabajo. Les dijimos que queríamos declarar dinero y nos replicaron que no era con ellos sino luego con los Canadienses; tuvimos que insistir en que era con ellos y no con los Canadienses; finalmente, se convencieron y nos trajeron formularios; nosotros tuvimos que decirles que no eran los formularios apropiados, que tenían que ser otros; después de lo cual, finalmente, nos trajeron no originales sino fotocopias solamente del formulario correcto; y se hizo el trámite sin más problemas.

Es increíble: nosotros ya sabemos lo correcto; pero el viajero que no sabe, está empujado en una infracción a la ley por empleados que no saben su trabajo y que supuestamente tienen que hacer cumplir dicha misma ley.

Hablando de aduanas, la canadiense también tiene su dosis de burocracia arbitraria; en contraste con el papelerío que hubo que llenar para entrar a Canadá la vez cuando, inocentemente - o estúpidamente - dijimos que íbamos a Tuktoyaktuk, incluyendo el formulario que hubo que presentar a la salida, esta vez, apenas si nos miraron la cara y ya estábamos adentro; seguramente la diferencia está en que, esta vez, no cometimos el error mortal de decirles que íbamos a Tuktoyaktuk u otro lugar igualmente exótico sino que les dijimos que íbamos a Haines, que es un lugarcito bien tranquilo, conocido y reconfortante; ahí debe de estar el detalle.

Al cruzar la frontera, naturalmente también cruzamos una línea horaria, la misma línea horaria de dos horas de diferencia que cruzamos a la inversa después de Dawson City. Son, de repente, dos horas más.

Con el mismo tipo de valles y de lomas como antes de la frontera, casi felizmente sin asfalto y pues sin olas fijadas, estamos otra vez en Canadá. ¿Cuántas aduanas ya pasamos? Veamos - - - son siete; y dentro de unas horas, cruzaremos dos aduanas más; serán nueve en total por ahora.

Estamos a la altura del pueblo de Snag, un poco fuera de esta carretera, donde se registró la friotura más baja de Canadá, y, así, probablemente de América, con 80,86 grados bajo cero Fahrenheit. Bastante. Ah pero, en centígrados, suena menos dramático, aunque todavía bastante: [(-80,86ºF - 32) x 5] : 9 = 62,70 grados bajo cero de los inteligentes. Sin olvidar que ni los grados, ni siquiera los ceros, de las dos escalas son iguales entre sí.