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el paralelo 58, Yukon no tendría ni un solo árbol. A medida que subamos hacia el norte, veremos hasta dónde llega la cobertura arbórea.

No tenemos la menor noción del pronóstico del tiempo; no podemos captar ni una radiodifusora; así como pasaba en la bahía de Hudson, cuando más es vital estar enterado de los caprichos del tiempo, menos lo estamos; es ridículo, hasta podría ser peligroso, pero es así.

En Watson Lake, vimos bastante paraborígenes; no es de extrañarse, porque el 25/oo de la población de Yukon es paraborigen. Son todos los mal-llamados Indios; no hay Inuitas en Yukon.

Esta enojosa temática de Indios donde hace cinco siglos que se sabe que no hay India, algún día tendremos que encontrar el tiempo para dedicarle el parrafito de acerba vituperación que merece - y exige. Qué refrescante sería hablar de Chinos Navajos o de Japoneses Hopis - y no sería ni más equivocado ni más ridículo que hablar de Indios Navajos o Hopis o cualesquiera otros.

Hoy, a más de pasar de British Columbia a Yukon, también pasamos, quién sabe por cuantísima vez, de una zona horaria a otra.

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Anoche, lo último que vimos, cerrando las cortinas del vehículo, fue una silenciosa Luna llena asomándose por entre las cimas erizadas de los bosques. Esta mañana, lo primero que vimos al abrir las cortinas fue unos livianos copos de nieve cayendo silenciosamente, tranquilamente, verticalmente, en un aire sin la menor brisa.

Vamos a continuar, ahora, por esta carretera Campbell.

Tenemos por delante un trecho de 262 kilómetros sin ningún poblado; de una carretera que, por lo visto ayer, y si las cosas siguen así, será de ripio cubierto de nieve.

Cubrimos los 262 kilómetros de soledad. Bueno, no de tanta soledad; hay que reconocer que hubo tráfico: vimos un gran total de tres vehículos; no, fueron cuatro los vehículos; y también vimos una choza de troncos, y, en otro lado, todo un campamento de paraborígenes. Qué tranquilidad tiene esa gente en el medio de su soledad.


Choza cerca del lago Finlayson

El estado de la carretera será ilustrado lo mejor por el hecho de que no nos animamos a hacer comentarios en el micrófono mientras viajábamos, como solemos hacerlo. El conductor necesitaba las dos manos en el volante y la cabeza entera en el manejo, por la sinuosidad, vertical y horizontal, de la carretera, que, además, eventualmente llegó a ser totalmente cubierta de nieve >>>>>>>>