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Otra vez, tenemos que mencionar la atroz cantidad de torres de alto voltaje; ya la mencionamos en otras partes de Europa, como más agraviante que en cualquier lugar de América; pero, aquí, parece aún peor; durante unos minutos, vimos por lo menos tres, si no cuatro, líneas entrecruzándose, y puntuadas por las torres de otra línea más, ya levantadas pero todavía sin cables. En conjunto, una monstruosa jaula o camisola de fuerza sofocando, no solamente la naturaleza, sino también a quien desea refrescarse, restaurarse, mirándola. Y ni hablar del daño físico que causa el alto voltaje a las personas que trabajan o viven cerca de ella, o, incluso, directamente debajo de ella, según vimos con horror. Lo único no negativo de esas torres es que se prestan a un estudio comparativo de las muchas maneras de estructurar una torre metálica para el mismo propósito básico; y, sorprendentemente muchas son.

Las aldeas aragonesas que estuvimos viendo hasta ahora son diferentes de las castellanas; pero quizás sea sólo por necesidad del terreno; las casas se estiran en altura sobre bases más bien exiguas, lo que, por fuera del pueblo, le da, a éste, una impresión de altivez y, por dentro del pueblo, una impresión de encerramiento fácilmente sugestivo de trampa, aunque trampa no sea.

Los campanarios aragoneses también son diferentes de los de Castilla - y de las demás regiones ibéricas - diferentes en el hecho de que terminan en cono, conos de perfiles varios pero siempre con punta en flecha, algo como los campanarios que vimos en Francia; salvo que vimos este estilo, ocasionalmente, ya acercándonos a Aragón, por ejemplo, en Alcalá de Henares.

Pueblo de Fuendetodos. Desconocido, el pueblo; pero bien ilustre uno de sus hijos: Goya. ¿Cómo ascendió Goya desde este sitio perdido a su fama? Sería interesante leer una biografía.


Castillo-iglesia entre Fuendetodos y Belchite

Parada inesperada. Ruinas. Pero ruinas como ninguna de las tantísimas que vimos en toda la Expedición. Ruinas que no son aséptico material de interés intelectual; que no son cortes estadísticos de historia. Ruinas no por vejez arqueológica. Ruinas que producen congoja, pena, incomprensión de por qué es así. Ruinas de toda una ciudad moderna - centenares de casas, tres iglesias, un monasterio - hecha escombros durante la Guerra Civil española, aquella que se dice que fue aprovechada, si no fomentada, por las grandes potencias de turno en aquella época, como campo de prueba de sus armas para la próxima mundial. Ruinas dejadas como monumento viviente - si no fuera una manera inoportuna, hasta cruel, de hablar - a los horrores y la locura de las violencias militares; y eso que no quedan los heridos, los lisiados de por vida, los muertos, la sangre vertida, los dolores, los gemidos, los destinos truncados.  Las ruinas de Belchite.



¿Terremoto?  No.  Mano destructiva del hombre

Adelante.

Ahá, una oportunidad que no podemos no aprovechar; hace demasiado tiempo que la estamos deseando: una combinación de, un pedazo de pavimento libre de tráfico, en vez de tierra, con sombra, en vez de sol, y con protección contra >>>>>>>>