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Vandalucía - si no fuese un insulto a todos los Andaluces habidos y por haber. (Si es que los Vándalos eran de verdad memorablemente peores que los demás, según se los pinta.)

¿Dónde fue que, en una charla callejera, nuestra interlocutora absolutamente tuvo que anunciarnos, sin relación con lo conversado, "Yo soy Andaluza"?

Extremadura.

¿Esto, Extremadura? Siempre creímos que tantos nombres famosos e infames emergieron de Extremadura hacia la aventura americana por las difíciles condiciones de vida en Extremadura. ¿Y qué vemos, desde los primerísimos kilómetros? De horizonte a horizonte, una topografía benévola, seca sin duda, pero, por algún medio, cubierta de campos hacendosamente labrados, y aparentemente con buenos resultados. ¿Será que en aquellos tiempos no existían las herramientas para abrir esta tierra sin duda árida o que no existían las semillas que hoy se adaptan a este ambiente? A pesar de los empeñosos cultivos, grandes distancias sin nadie - ni casa ni pueblo - a la vista; quizás lo más desahogado hasta ahora en Europa; así como es más común en América.


Arando, 9 kilómetros antes de Jerez de los Caballeros

Un espectáculo que es primicia para nosotros. Animales a campo. Ah pero no vacas ni ovejas, sino chanchos. Chanchos, en vez de sucios en un chiquero, limpios en libertad campestre. Lo que, evidentemente, nos hace rememorar automáticamente a Francisco Pizarro, del cual se dice que, antes de ser asesino del inca Atabalipa, mejor conocido como Atahualpa, fue cuidador de chanchos.

++> En la distancia, desde esta loma, otra loma, cubierta de blanco, como torta cubierta de azúcar; en realidad, encapuchada de un pueblo blanco, con dos campanarios incongruamente altos, contrastadamente de color marrón antiguo, e incongruamente lujosos.  Debe de ser Jerez de los Caballeros.

Sí, lo es. Y otra vez, calles angustiosamente angostas; y retorcidas; y cuesta arriba, abajo, para más exquisitas angustias.

Por lo menos, dos estatuas nos confirman que, de aquí, marcharon a la conquista de sus destinos, y hacia sus muertes, Balboa y De Soto.
>  Balboa, que encontramos en la estrechez de Panamá.
> De Soto, que encontramos en la vastedad de lo que, hoy, es el cuadrante sureste de Vespuccia, cada vez que cruzamos su derrotero descubridor, en este orden, de Georgia, Alabama, Mísisipi, Tenesí, Mízuri, Oklahoma, Arkansas - donde encontró lo que no buscaba, su muerte. Como consecuencia, como legado de su testaruda iniciativa, sus sobrevivientes, tratando de regresar a México, terminaron descubriendo Texas en su mitad oriental y Louisiana hasta tropezar con el golfo de México.

No se puede olvidar que, antes de ésta, su aventura máxima y final, De Soto había tenido buena escuela, como lugarteniente de Pizarro.