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O Así, luego de una vuelta completa, después de 21 minutos, la rueda presenta el mismo cilindro otra vez al tornillo sin fin, la presión del cual - llenando nuevamente el cilindro con aserrín fresco - expele, del otro lado, el rollizo anterior ya ligado.

Así fue nuestra visita de esta empresa múltiple en el pueblo de Springfield.

Luego, nos trasladamos al pueblo, bastante cercano, de Halsey, para visitar otra fábrica de papel - claro que de un tipo de papel tan diferente del papel kraft como sería posible imaginar: papel para toallas, servilletas, y de baño.

Pero fue entre estas dos fábricas que tuvimos el encuentro pasmoso ya mencionado. No hay palabra, frase, párrafo o capítulo que podría describirlo. Quizás habría que imaginarse una amiba, amplificada millones de veces hasta que sus moléculas se separen unas de las otras y se vuelvan, cada una, un pájaro vivaracho como una golondrina gigantesca, de alas puntiagudas, el bajo del cuerpo, blanco, o por lo menos claro, la parte superior del cuerpo, negra, o por lo menos oscura, evolucionando en el cielo como un enorme ballet de miles de bailarines perfectamente sincronizados en una coreografía de formas geométricas, velozmente cambiantes en periferia, espesor, claridad y oscuridad, y translucidez. O habría que imaginarse algún ser espiritual, y sin embargo visible, de otro planeta, que, por su ausencia de masa, podría cambiar de forma violentamente, permanentemente, elegantemente.



Los pájaros; desgraciadamente, aquí, inmóviles

Lamentamos no poder, pero no podemos, describir el espectáculo de estos miles de pájaros en apretada formación, haciendo lo que hacían en el cielo. Hasta llegamos diez minutos atrasados a la segunda fábrica. Y, para agregar asombro a asombro, luego, al salir de la segunda fábrica, o sea dos horas más tarde, la nube aviar, con su mente colectiva propia y separada de la mente de cada pájaro individual, seguía su increíble coreografía que, se nos ocurre ahora, quizás se podría asemejar, más precisamente, a los dibujos geométricos animados que se puede crear en las pantallas electrónicas.

Al salir de la segunda fábrica, nos quedamos, pues, esta vez sin límite de tiempo, con la mirada pegada en las evoluciones, transformaciones, indescriptibles, del espíritu o del fantasma aviar, siempre quedándose dentro de un espacio bien delimitado del cielo como si hubiesen sido realmente miles de bailarines en un escenario con limitaciones físicas.

Así fue que, finalmente, tuvimos el privilegio de presenciar la asombrosa elegancia con la cual terminó este asombro de asombros: cuando empezó a sentirse la paulatina infiltración del anochecer, de repente - en uno de los movimientos de la amiba aviar - se separó una masa pequeña de la gran masa, como se separa una voluta de vapor de una nube blanca, y, sin titubeos ni vueltas, se alejó, ya no con arte sino con eficiencia, hacia un punto del horizonte; y luego, otra masa se separó, de la misma manera elegante, y se >>>>>>>>