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A un kilómetro de la frontera, llenado de nafta todo lo que podemos porque en Portugal el precio es substancialmente más caro que en España, donde ya es carísimo. En Portugal, nos tocaría pagar 1,05 lo que aquí, en España, cuesta 0,85. Y en Francia fue, y será, peor: 1,10. Por eso salimos de Francia hacia España con el tanque vacío y haremos lo propio de Portugal a España. Y mientras tanto, estamos soñando con la más cara nafta de todos los países de América, a 0,67, en Uruguay; y el recuerdo de la más barata, en Venezuela, nos parece un delirio de nuestra imaginación, pero fue así - a ... 0,06 ...

Otra frontera invisible; en cierta manera, más visiblemente invisible que entre Francia y España porque, allá, la inexistencia es tal que nada evidencia la inexistencia, mientras que, aquí, todavía quedan todas las instalaciones - ahora abandonadas, vacías, silenciosas - de las angustias aduaneras pretéritas.

Primera noche en Portugal. Parece que no va a ser fácil, porque son escasos los pueblitos nucleados, estando las casas desparramadas hacia los cuatro horizontes - y, por lo tanto, no hay lugar solitario, ni plaza acogedora.

Sí, conseguimos, una plaza tranquila, arbolada, bucólica, como tantas en Iberoamérica. En un pueblito con campanario que nos hace pensar más bien en Europa oriental que en Brasil, campanario en bulbo, si bien de perímetro cuadrangular y no circular.

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Esta mañana, por Portugal, de norte a sur.

Desde que desviamos de la costa de Asturias hacia el sur, estamos teniendo una primavera personal acelerada; así como tuvimos un otoño personal acelerado cuando viajamos de sur a norte en Nueva Inglaterra. Tal como, en Nueva Inglaterra, se adicionaban los sentidos contrarios de nuestro viajar hacia el norte y de la ola de otoño desde el norte, aquí, se van adicionando los sentidos contrarios de nuestro viajar hacia el sur y de la ola de primavera desde el sur, de manera que vemos, en menos días, como en una secuencia de fotografías tomadas a intervalos pero vistas una tras la otra, el verdecimiento y el florecimiento que, en una observación sedentaria, tomarían más días.

Las laderas están arregladas en terracerías de cultivo como tantas que vimos en los Andes, pero que no vimos, hasta ahora, en España, donde laderas de misma pendiente vimos aprovechadas en su estado natural.

Oh, pero no duraron las laderas con andenes. Desde antes de Braga, y ahora, acercándonos a Pôrto, o sea sobre unos cincuenta kilómetros ya, hay una densidad de casitas como no nos acordamos haber visto jamás a lo largo y >>>>>>>>