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alrededor de las costas, incluyendo entre Inglaterra y el continente, que es lo que nos interesa a nosotros. En cuanto a "Florida", ello también es cierto, sin embargo; en este 30 de diciembre, si bien, en unas pocas mañanas, la ambitura bajó a -2ºC, hay, a veces, flores salvajes, y, a veces, rosas en jardines.

La abadía.  Lo que vimos y aprendimos.


La entrada, o ex-entrada

Su nombre verdadero, o sea kymrense/galés, es Ystrad Fflur. Si bien obviamente Ystrad es lo mismo que Strata, y Fflur, a pesar de su exótica apariencia con doble F, es lo mismo que Florida.

Fue construida alrededor de 1200 como monasterio cisterciense (o sea poco después de los aducidos acontecimientos madoquenses). Se mereció la admiración y el respaldo de los príncipes kymrenses/galeses, de manera que, a más de ser centro de ganadería ovina y vacuna sobre miles de hectáreas como sustento terrenal de los monjes, también fue un influyente scriptorium, un centro de escribanía, no sólo copiando textos sagrados sino también reflejando la vida de los príncipes kymrenses de su tiempo - y así, bien pudo haber albergado información respecto al príncipe-nauta Madog ap Owen Gwynedd.

Bien. Pero ¿quién lo destruyó todo ello? Información no tan abiertamente proporcionada, oficialmente, como la anterior, pero anhelosamente compartida por Kymrenses/Galeses ansiosos de divulgarla.

Es que fue - según nos lo explicaron unos Kymrenses, con el obvio regocijo de poder sacar a relucir la infamia de un enemigo - aquel gordo, quien se enojó con el Papa, porque éste no le quería otorgar la dispensa papal para que se divorciara con el propósito de casarse con otra mujer, y quien, en su ira, decretó la creación de su propia Iglesia, anglicana, con divorcio aceptado entre sus cánones; y quien así, eventualmente, se recasó, no con una mujer sino con cinco mujeres en guirnalda, Henry/Enrique VIII, rey de Inglaterra.

Por lo que vimos en el terreno, en los siglos siguiendo la destrucción, las ruinas tienen que haber servido de cantera fácil porque, con la excepción de grandes fundaciones, y del portal de la iglesia - milagrosamente todavía en pie - el sitio está totalmente limpio de piedras.

La impresión general nos hizo rememorar nuestro contacto con las misiones jesuíticas en Paraguay, análogamente destruidas por oportunismo político - si bien con más vestigios todavía en pie.

En el cementerio monacal, las seis cruces que todavía marcan sus respectivas tumbas de monjes - tumbas notablemente estrechas, estiradas y elementales - las seis cruces presentan la curiosidad de ser, cada una, totalmente diferente de las demás, y ninguna de ellas, una cruz "normal".



Cuatro de las cruces "no normales"