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inevitable, salvo que se hayan hundido en el mar o mudado al polo norte, porque regresar al oriente lleno de Vikingos, los monjes ni pensarlo podían.

En cuanto, más específicamente, a la presencia y vida de los monjes ireses en Mystery Hill, hay investigadores que ofrecen más datos, según sigue.

Aun antes de terminarse el primer año de los monjes Culdeos en Mystery Hill - o cómo fuera que ellos o los autóctonos llamaban el lugar - aparece otra vez el flagelo vikingo por mar. Pero, esta vez, los monjes deciden defender su terruño. Y, para su propio asombro, lo logran, y sin pelea. Simplemente apresando a los Vikingos. Es que estos Vikingos no eran los Vikingos peleadores y saqueadores de Noruega y Dinamarca sino apacibles ciudadanos establecidos en Islandia. Aun así, los monjes, por la duda, destruyen la(s) nave(s) de los Vikingos para impedirles regresar a su tierra y divulgar a otros Vikingos, acaso menos pacíficos, la presencia de los monjes; y guardan los Vikingos, primero como vecinos bajo vigilancia, y eventualmente como parte integrada de la comunidad.

Y cuatro años más tarde, otra(s) nave(s) vikinga(s). Esta vez, con mujeres, niños y animales, o sea otra vez Vikingos apacibles. Otra vez, la(s) nave(s) destruida(s), y los Vikingos, primero, bajo vigilancia, y, eventualmente, en coexistencia integrada.

La historia atribuida a los monjes ireses en Mystery Hill no termina aquí. Tiene ramificaciones más hacia el sur, según aprendimos y anotamos en otra oportunidad, en otro lugar. (No nos acordamos dónde - lo que demuestra que nuestro medio-chiste a veces repetido de que tendremos que leer nuestras propias crónicas para saber dónde estuvimos y qué aprendimos ni medio-chiste es; por otra parte, ¿no es acaso normal e inevitable, considerando lo que tenemos detrás nuestro?)

■■■ VI) Y también tropezamos con cosas varias.

La península Dingle es parte de la zona donde el imperialismo inglés no logró poner su sello: ya no más carteles bilingües, todo, en el original gaélico. Sensación bien extraña para nosotros, quienes nunca nos sentimos aislados de una sociedad que visitamos por incomprensión del idioma, como aquí. Qué extraño nos es mirar una inscripción en un edificio y no saber qué es, o en un negocio y no saber qué vende salvo mirando en la vidriera. Esto nunca nos había ocurrido en las vastedades de América.

Y llegamos a este Tralee, más autóctonamente, pues, Tráighlí, a la salida de la península y, da la casualidad, pero acaso apropiadamente, lugar de nacimiento de Brendan, en 484.

Aquí mismo vamos a pernoctar, en una calle no más, sin aprensiones, sin temor a ladrones, vecinos o policía; tranquilos; ya nos estamos librando de nuestra paranoia vespucciana como, en su tiempo, nos libramos de nuestra paranoia peruana.


El dormitorio