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cuántas veces pernoctamos cerca de una iglesia en Iberoamérica, pero caso único, una primicia para nosotros, en Vespuccia. Nos acordamos cómo, en Iberoamérica, una iglesia es algo de respeto público en un lugar público, accesible, por fuera siempre, y por dentro casi siempre, como parte de la vida diaria; nos acordamos de cómo nos estacionamos cerca de una iglesia para la noche sin pedirle nada a nadie, y sin que nadie le viera algo objecionable. No así aquí, en Vespuccia. Aquí, las iglesias - como ya observamos, pero no nos podemos acostumbrar a ello - parecen asociaciones particulares exclusivas en solares ciertamente particulares, permanentemente cerradas salvo en muy limitadas horas semanales. De manera que estacionarse cerca de una tal "iglesia" es totalmente impensable, y pedir permiso es totalmente impráctico por las exiguas horas semanales cuando hay alguien a la vista.

En este caso, tuvimos a nuestro favor la coincidencia de dos circunstancias. Una circunstancia, que es una iglesia católica, por esencia mucho más abierta al mundo que las iglesias cristianas. (No hay que olvidar que, en Vespuccia, Católicos no son cristianos; cristianos son los Protestantes únicamente.) Otra circunstancia, que, por pura casualidad, en este día y en esta hora exactos hay un servicio al cual están llegando los feligreses por coche tras coche; ocupando los coche en el estacionamiento más lugar que los feligreses en la iglesia.

El permiso nos fue dado muy gentilmente.

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Esta mañana, nuestro derrotero nos va a llevar por una zona donde parece que hay, en un lugar incierto para nosotros, una roca grabada, un grabado rupestre, que se dice tener relación con un Europeo precolonense en América - y no algún consabido Vikingo - un Europeo precolonense en América que para nosotros, hasta ahora, fue, y es, sólo un nombre: Sinclair.

Irresistible.  Veremos.

Encontramos y vimos.  En Westford de Massachusetts.



Vista general

La roca es un afloramiento horizontal al ras de tierra, apropiadamente del tamaño como de una piedra tumbal. El grabado está; o, mejor dicho, el resto de un grabado, que se dice que era de un caballero, con armadura completa, con espada, y con escudo provisto de heráldica. Lo que queda es, por una parte, en borroso, el corpulento delineamiento de la armadura, o de alguna vestimenta envolvente - que tuvimos que marcar con tiza para fotografiarlo - y, por otra parte, en claro, la espada y el escudo con su heráldica. Lo suficiente para armar otra confrontación más entre heterodoxos y ortodoxos.



Detalle de la espada y del escudo