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tocándolas que uno se asegura de que no son reales sino solamente pinturas; todo, realmente muy bien y muy artísticamente hecho.



Sí, todo pintado

Volviendo al mundo de la realidad, preguntamos a una persona del lugar su opinión en cuanto al posible estado de los caminos del desierto después del diluvio de anoche y nos enteramos de que nadie puede saberlo porque nadie ha visto semejante diluvio en su vida; la última lluvia que tuvieron aquí, antes de la de anoche, fue más o menos 2,5 centímetros, hace como un año atrás. Así que lo que otros pagarían para verlo, un diluvio en un desierto, a nosotros nos toca sin haberlo pedido siquiera.

Nos estamos adentrando en el Death Valley.

En él se encuentra el punto al aire libre más bajo de Vespuccia, 86 metros debajo del nivel del mar. Pero, por ahora, estuvimos subiendo; de hecho, en el momento de pronunciar las últimas palabras, cruzamos el portezuelo de Salsberry, a una altitud de unos 1.000 metros, por lo que, lógicamente, de ahora en adelante, probablemente tendrá que ser mayormente cuesta abajo.

Vamos a ver cómo reacciona nuestro altímetro a una altitud negativa o sea cuando se vuelva barímetro, si es que se pueda volver barímetro.

Mientras estamos bajando en las entrañas de este Valle de la Muerte, es impresionante representarnos este paisaje sin la cinta reconfortante de asfalto, y con gente adentrándose caminando, con burros de carga, sin saber qué los espera detrás de cada vuelta de terreno; solamente el loco sueño de una fortuna en oro justificaría semejante locura.

Por alguna razón sin base, siempre nos representábamos esta zona como un desierto chato, mientras que lo que vemos es, sin duda, una zona de serranías, hasta de cordilleras; pero la culpa es nuestra - el nombre lo dice: es un valle de la muerte, no una llanura de la muerte, otro ejemplo de cómo es fácil utilizar fórmulas recibidas sin sopesar qué, en su meollo, significan.

Como para confirmar la atracción del oro, recién pasamos por las ruinas de un molino donde procesaban mineral aurífero.

Otra minería, no tan romántica como del oro, pero sin duda suficientemente remunerativa para incitar la gente a desafiar este infierno, fue la del bórax. Una pauta de lo áspero de esa vida, la da una fotografía de aquella época, que vimos, con un tren de veinte mulas de a dos jalando un carro de carga del cual es suficiente decir que sus ruedas - de las de madera, con rayos de madera, toscas, enllantadas en hierro - eran más altas que los hombres encargados de semejante monstruosidad.

Mientras hablamos, va bajando la altitud; estamos, ahora, a 40 metros, según nos muestra nuestro altímetro. Ah, pero estamos otra vez a 50 metros; bueno, ya bajaremos.