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Y los edificios - no sólo aquellos alrededor del perímetro sino otros también, aglutinados en la vecindad - si bien demasiado pequeños en relación con el tamaño del vacío del eje para darle un marco, son demasiado grandes en términos antropométricos, vale decir que, si bien, desde lejos, presentan una buena delineación de sus formas generales, desde cerca, se vuelven sin sentido.  Perfecto para turistas desde la lejanía de sus autobuses.



El Congreso

El obelisco es un perfecto ejemplo. Desde lejos (bien lejos), se ve, incluso se aprecia, su inmaculada esbeltez; pero de más cerca, se ve un bulto sin gracia (tan bulto que, adentro, cabe un vertibús, para acarrear, por sus 150 metros verticales, centenares y miles de turistas por día, y hay una escalera de 898 escalones que está prohibido utilizar salvo por permiso especial); y de más cerca todavía, a su pie, se lo confronta como una pared ciega y de pobre terminación. El obelisco de Buenos Aires, también un obelisco moderno o sea agigantado, es, en contraste, un ejemplo de gigantismo cuerdo dentro de dimensiones perceptibles desde cualquier distancia o cercanía.

 
                     El obelisco de cerca                                                                   El obelisco de lejos

Además, siendo muchos de los edificios copias de estilos griegos antiguos, parecen ser un desafío a la filosofía griega de equilibrio antropométrico.

Eso sí, si se quiere un cursillo en arquitectura griega antigua, se lo consigue: para columnas dóricas, la Dirección Impositiva; para columnas jónicas, el Ministerio de Justicia; para columnas corintias, el Museo de Ciencias Naturales - o sea de la Naturaleza; y para delicias grecoromanas, el Tribunal Supremo.

Todo cuanto no significa que no haya edificios equilibrados, a la vez de lejos y de cerca, como ser un banco en la esquina de Avenida Pennsylvania y Calle 15, o el edificio - palacio se podría decir - del Ministerio de Agricultura.

La manera más barata y cómoda de ver el estilo ceremonial dilecto de Washington es conseguirse una moneda de un centavo y fijarse en ella.

Entonces, ¿cómo remediar la situación?

En cuanto al eje ceremonial ¿por qué no darle una levísima curva concava sobre la totalidad de la distancia entre el Monumento a Lincoln y el Capitolio para que se aprecie desde cualquier parte la totalidad de su magnitud - y por qué no adornar su vaciedad para que haya algo más substancial que puro tamaño para apreciar?

En cuanto a su enmarcamiento ¿por qué no tomar inspiración de los antiguos Teotihuácanos? El eje monumental de Teotihuacan sin sus dos penepirámides no sería lo que es; el eje ceremonial de Washington, con dos penepirámides o análogos, de volumen adecuado para dar puntos de referencia al conjunto, podría ser lo que, ahora, no es. Naturalmente, no penepirámides de cuerpo sólido como en Teotihuacan sino con algún uso funcional adentro.