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……una estatua, más grande que natural, de un guerrero-águila, en barro cocido hueco; contraparte de los guerreros-ocelotes;
……ofrendas talladas en jade, obsidiana, alabastro, de gran habilidad;
……y más piezas bien extrañas.



              Figura sentada                                    Calavera decorada (a lo grotesco)


Máscara

Un museo realmente de gran interés.

Todas estas múltiples sorpresas surgieron del descubrimiento del Substrato Eclesiástico Mayor remanente del Zigurat Bitemplar Mayor imperial azteca, después de su destrucción por los Españoles.

> Es alrededor de este Zigurat Bitemplar Mayor, con base de unos 100 x 80 metros; y que se conjetura con una altura entre los 30 y 60 metros; y con una explanada superior templar de 35 metros x 10; que se acomodaban, dentro del recinto sagrado de 400 ó 500 metros de costado ya mencionado, los aproximadamente 70 edificios y estructuras varias ya también mencionados.

A más de los rangos e hileras de calaveras de estuco cubriendo totalmente los tres costados sin escalinata de la Plataforma de las Calaveras (Tzompantli), también era costumbre empalar calaveras verdaderas en rangos e hileras, en una armazón idéntica al ábaco de calcular (Hueytzompantli). De eso se enteraron muy pronto en sus propias calaveras algunos de los Españoles, y algunos de sus caballos también, durante el injustificado e improvocado asalto de Cortés a Tenochtitlán.


El Tzompantli

Había también provisión para competiciones-sacrificios del tipo gladiatorio romano: una piedra circular, a la cual estaba atado un prisionero provisto de armas de madera, y desde la cual tenía que defenderse contra seis guerreros. Claro que tal honor no era para cualquiera; sólo para un prisionero destacado por su coraje; y si lograba vencer sus seis atacantes, se le daba grandes honores.

Incidentalmente, se dice que se descubrió el Substrato Eclesiástico Mayor en 1978, pero es su excavación que se empezó en dicho año. Ya desde 1900 se conocía la existencia de algo grande, si bien no se podía extrapolar qué, cuando se cavó un desagüe mayor, zanja que, por casualidad, cortó por el puro medio del sitio, y resultó ser así también una zanja de cateo arqueológico. Pero ni este extraordinario indicio, ni otro indicio, en 1913, confirmando la zanja e indicando lo extenso del sitio en una dirección, fueron suficientes para imponer una investigación. Recién un tercer indicio, la famosa piedra de Coyolxauhqui, en 1978, impuso las excavaciones en forma.

Y en todo eso, queda la royente duda de si no hay, acaso, debajo de lo excavado, otro ziguratito o por lo menos plataformita, con otros dos templetitos; pero el grado de impregnación del subsuelo por agua desalienta, si no imposibilita, excavaciones a mayores profundidades.