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justamente aquí - es su muestra de los refinamientos utilizados por la "civilización" romana, y, consecuentemente, de la tremenda hipocresía en la educación escolar que nunca los menciona en relación con la tal civilización romana - en las varias maneras de crucificar a las decenas de miles de víctimas que crucificó; como, por ejemplo, con la cruz apoyada en dos de sus extremidades a manera de X, o vuelta cabeza hacia abajo.


En la iglesia

El templo principal parece empeñarse en demostrar que lo colonial también es arqueología; por su oscuridad generalizada, llegando a total en ciertos rincones; por la uniformidad oscuro-sucia indefinible de sus paredes; por los vestigios de dibujos anteriores que, sin embargo, se vislumbra a través de la aparente uniformidad; presentando, así, todo el atrayente misterio que no sería mayor si su antigüedad fuese de 1.300 años, ó 2.300, en vez de sólo los 300 años que tiene.

Lambityeco.  Veamos.

Sitio chico. Sin interés estructural, pero con interés por otro lado. Unico caso que llega a nuestro conocimiento de exaltación no sólo de dioses y reyes y otros potentados sino también de gente común.

Claro que una de las tumbas está decorada por dos grandes mascarones de Cocijo, el dios zapoteca de las aguas. Pero resulta que la inevitable plataforma templar fue construida no por encima de otra plataforma anterior sino por encima de una casa particular.

Y resulta que la fachada de otra tumba está decorada por dos pequeños mascarones tan simples y desprovistos de adornos como es la gente común (si bien de hechura evidentemente artística). Y resulta que se cree que son las caras de los esposos dueños de la casa; hasta se cree haber descifrado sus hombres: el hombre, Uno Movimiento, y la esposa, Diez Junco.

Hay, además, dos frisos anexos, con sendas parejas, quién sabe en qué relación con los dueños; de nombres, en una pareja, el hombre, Cuatro Cara, la mujer, Diez Mono; en la otra pareja, la mujer, Tres Turquesa, y el hombre, Ocho Búho. La misma costumbre común en otras partes de América de nombrar gente.

¡Qué romántico (sin la menor intención burlona):
              "- Ven acá Turquesita; - Qué pasa mi Buhito"!

Lo malo para nosotros es que los mascarones divinos miran hacia el levante, los mascarones humanos, hacia el poniente, todos, debajo de inconmovibles cobertizos contra las intemperies, y el Sol mira precisamente casi en vertical, imposibilitando, todo ello, cualquier fotografía razonable.

Lo bueno para nosotros es que nuestra próxima meta se halla a sólo contados kilómetros, lo que nos permitirá volver, mañana, aprovechar la reverberación >>>>>>>>