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Hay, por una parte, el núcleo de mini-poliplataformas columbradas anteayer, apretado entre dos ranchos. Estas diez poliplataformas están salvadas de total innotabilidad individual por dos rasgos:

1) la gran disimilitud, de poliplataforma a poliplataforma, en largos, anchos, alturas, estructuraciones de encimamiento de las plataformas, con la variedad consiguiente;

2) el aglutinamiento de seis de estas poliplataformas, en realidad cinco poliplataformas y una plataforma simple, sobre un mismo basamento común; con dos elementos de variedad adicionales: el basamento común no es un plano horizontal sino una superficie variada; y las seis plataformas aglutinadas no están posadas igualmente en dicha terraza sino que parecen surgir desde diferentes profundidades del basamento común desigual, también con su consiguiente variedad - nada extraordinario; pero hay que reconocerle lo que es.

Hay, en otros sitios, muchos montículos sin excavar - se supone que con más poliplataformas y vestigios anexos.

Hay muchas estelas - mejor dicho vestigios de estelas totalmente corroídas, tiradas en docenas de sitios. Entre las pocas cuyo grabado todavía se discierne, una, tiene un Arbol de la Vida, o sea grueso tronco con ramas abriéndose geométricamente en abanico; otra, tiene algo que podría ser, basado en bajorrelieves anteriores en otros sitios, seis chorros de sangre surgiendo de un cuello acefalizado, si bien es difícil imaginarse el resto del cuerpo así decapitado.


El Arbol de la Vida

Ah, sí, y hay un bajorrelieve muy bien conservado, como de época y origen totalmente diferentes, ni olmeca, ni maya, aparentemente un dios - ya que así les gusta a los arqueólogos - navegando en un barquito.



El bajorrelieve

Hay algo como gruesas columnas o pilastras, pero de no más de 1,5 metro de alto, provistas, en su parte superior, de una bola, también pétrea, dando la imposiblemente incongrua impresión de monigotes de nieve.

Hay, en la profundidad de un cacaotal, un "león" según la terminología lugareña; bueno, es la mitad superior de una boca de felino abierta a más no poder - unos dos metros de altura - con un personaje asomándose en la boca - muy a la manera del tema olmeca de un personaje asomándose en una cueva. Por otra parte, sin mucho esfuerzo quizás se podría pensar que la boca es de una cobra.

Hay una maciza mesada de piedra bien aplanada, bien alisada, bien escuadrada, provista, en un costado, de una cabeza tan corroída que no se puede jurar si es antropo- o zoomorfa; pero el conjunto huele a olmeca.

Lo antecedente, naturalmente, se enriquece con lo siguiente.