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Qué elegancia, del lado mexicano; se nos entregó los documentos, se nos dio paso, y recién luego, sin apremios, sin extorsión, se sugirió que "alguna cosita" (sin exigencias de importe) sería bienvenida, se supone que por el ahorro de tiempo, trabajo, e invasión de privacidad, que significaría una revisación.

Estamos en México; por tercera, y última, vez.

A ver si encontramos el sitio arqueológico de Izapa.

Sí, a sólo pocos kilómetros de la frontera, aquí está.

A primer vistazo, otra vez lo de siempre: poliplataformas; éstas, pequeñas, en base y altura, sin interés decorativo, y nada más. Pero, ésta no es hora del día para visitar sino para dormir; aquí mismo. Además, se está acumulando una tormenta que promete ser despiadada.

Mañana veremos.

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Visto. Lamentablemente - si bien no sorprendentemente después de la tremenda tormenta nocturna - bajo tiempo nublado; ahora que, de todos modos, con muy poco conservado en estado que sea plasmable en fotografía.

Por otra parte, a modo de freno a cualquier impaciencia, aprendimos por un lugareño que, a unos 270 kilómetros de aquí, 4 kilómetros de ruta fueron llevados por las tormentas recientes.

Así que, por una vez, tranquilo, tranquilo; mañana, vamos a esperar aquí; mañana, habrá bienvenido tiempo para la historia.

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Esta mañana, llueve; llueve densa- y persistentemente.

No importa; lo visto.

Izapa es un desparramiento de vestigios arqueológicos, en parte, ralo, con hectómetros de espacios vacíos, en parte, bien denso. Está cortado por la ruta, innocuamente, hay que alegrarse, con, a la derecha, según veníamos viajando, una poliplataforma y anexos - donde es que pernoctamos - y, del otro lado, muchos vestigios sobre más de un kilómetro; cuánto más allá, es difícil de juzgar a ojo y a caminar en este ambiente de plantaciones, e íntimamente entreverado con las fincas y los ranchos de hoy.



Las poliplataformas