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están sobre rueditas, uno a cada lado del altar; música desatada y cortada con toda la frialdad de un control desalmado en la sacristía. ¿Por qué no cantan, aunque desafinado sea, el oficiante y la congregación, con la vida que crea vida?

Tenemos una sugerencia para modernizar más aun los servicios religiosos: grabarlos de punta a punta en varias versiones para las varias circunstancias del año, y colocar - devocionalmente - un tocacinta en el lugar más prominente del altar; el oficiante, sin gastar palabra, sólo prendería y apagaría la maquinita; en realidad, todo podría ser controlado por un sistema de relojería, ni oficiante haría falta; en cuanto a la elevación de la Hostia, bien se podría hacer por medio de un sistema mecánico empotrado en el altar; en cuanto a la comunión, ¿dónde está escrito que no podría ser por un moderno sistema de autoservicio? Nosotros no tenemos la culpa de tener ideas tan idiotas; la culpa la tiene esa iglesia infernal por sugerírnoslas.

En Mérida, hay reproducciones de motivos arquitecturales y motivos escultóricos mayas que son un agravio al arte maya.

En la plaza central, los invasores españoles siguen aplastando los paraborígenes: dos invasores pisando, cada uno, dos cabezas paraborígenes con su boca abierta en agonía; en escultura, en la fachada de la casa del invasor Francisco de Montejo, de 1549.

En Mérida, quien busca el Museo de Antropología se encuentra en la penitenciaria; es que la penitenciaria (bueno, la ex-penitenciaria) es el nuevo hogar del museo.

Una combinación llamativamente feliz; por una parte, porque la perspectiva general interna del edificio - en radiación de seis largas galerías desde el hemiciclo de entrada común - es estética; por otra parte, por el aprovechamiento innovador de las celdas para la exposición de las muestras; por otra parte más, por la sensación inhabitual que es encontrarse físicamente "detrás de rejas", mientras los custodios del museo vigilan desde afuera, desde la libertad del corredor, como una (casi) verdadera situación de preso y guarda; y porque debe de ser el museo más a prueba de robos - qué inversión de factores sería que, después de tantos sueños por ladrones de escapar furtivamente del edificio, ahora alguien soñase con entrar furtivamente al mismo edificio para robar.

Nos preguntamos por qué no es más común construir cárceles para museos, o museos con estructura de cárcel.

Las piezas expuestas, naturalmente, son mayas; y muy interesantes; esculturas, desde lo coreográficamente elegante a lo dolorosamente grotesco, y objetos de adorno personal.


Aquí, un adorno de pecho

De especial interés son varias reproducciones de lo que se cree que era la ornamentación final, en vívida policromía, de los edificios mayas.