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Esta mañana, hacia Sayil, otro sitio arqueológico. Estamos en un mundo de arqueología.

No otra cosa que maleza al infinito. Malezas tupidas, altas, secas, listas para una conflagración en cualquier parte, en cualquier instante; y con conflagraciones, tanto en curso, anunciadas por grandes volutas de humos de varios colores, como pasadas, delatadas por negruras más o menos extensas.

Recién, pasando por un pueblo, nos pasmó, al lado de una casa, una vista como de otro planeta: una huerta, una hermosa huerta de verduras, todo manicurado y, obviamente, creciendo. Ahí está la prueba flagrante de que si millones no tienen huerta, se pasan el día haciendo nada, y sobreviven con tortillas, no es porque no haya otro remedio. Si un glorioso desconocido puede tener semejante huerta, por qué no, sus vecinos y los vecinos de los vecinos, quejándose menos del costo de la vida y teniendo una dieta más saludable.

Acabamos de salir del estado del can pech - nada que ver con algún perro; en maya, can es serpiente, y pech es garrapata; del estado de la serpiente con garrapata, que era el tocado de un ídolo de la zona; del estado de Campeche. Y acabamos de entrar al estado de Yucatán; uno de los tres estados en el promontorio de Yucatán.

Sayil.  Alivio.  Acceso milagroso: a 100 metros de la ruta.

Veamos.

Parece que, a medida que adelantamos por los países mayas, el interés de las ruinas va creciendo sin habérnoslo propuesto así.

En Sayil, el interés se concentra en el palacio.



Palacio de Sayil

▪▪▪▪ Este, el edificio más teatral que vimos hasta ahora en la arqueología mexicana, se compone de tres pisos escalonados y en receso, de tal manera que el techo de cada piso inferior sirve de terraza a cada piso superior.

▪▪▪▪ La arquitectura es a la vez rica y sobria; se observa: vanos de acceso de a tres, formados por columnas-con-capiteles de a dos; frisos enmarcados dentro de molduras decoradas con tamborcillos; frisos conformados por una alternación de paneles - formados, o forrados si se quiere, de mitades longitudinales de columnillas en contacto lateral entre sí, a manera de enchapado de los paneles - y de mascarones del dios de la Lluvia, Chac; por otra parte, también se divisa representaciones de ese extraño tipo de dios, el "dios descendente" en su muy curiosa picada.

Muy interesante. Diferente, este estilo, del de Palenque. Allá, el interés está más en las decoraciones, o lo que eran las decoraciones, que en los edificios; aquí, el interés es el edificio propio, su composición arquitectónica.