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Mirando el humo elevarse plácidamente del cráter (quizás no tan plácidamente si estuviésemos allá arriba) y alejarse, dividido en bocanadas por la brisa, parece muy apropiado el nombre de Popocatépetl, el Cerro Fumador.



Cerro realmente "fumador", desde nuestro dormitorio

Pero Cortés seguramente tenía otras cosas en la cabeza: se dice que, más tarde, hizo sacar azufre del cráter para fabricar más pólvora - no pequeña empresa, viendo lo inhollable del cono de ceniza, y sabiendo la falta de oxígeno, por nuestros casi 1.000 metros más alto que este cono que alcanzamos en Chile.

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Aquí mismo le salieron a Cortés imprevistamente al paso nuevos mensajeros de Motecuhzoma, con más regalos, incluyendo oro - las crónicas describen cómo los Españoles se comportaron, como "monos", como "puercos hambrientos" (no las crónicas españolas, se entiende, las crónicas indígenas).

Aquí, o cerca de aquí, también le salió a Cortés al paso una nueva ola de hechiceros, con, otra vez, el propósito de detener su marcha por más brujerías.

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Las 5 de la madrugada. Hermoso firmamento; por última vez que tenemos tanto aire menos entre nosotros y las estrellas.

Las 7; el horizonte se va inclinando hacia el Sol, detrás, abajo; hermoso amanecer rosado; ahora, amarillento. La cúspide del Popocatépetl recibe sus primeros rayos.  Adelante, y abajo.

Magníficas vistas bañándose de varias maneras en el amanecer naciente. Nunca hubiésemos esperado el interludio de belleza panorámica que tenemos desde ayer.

Bajado 1.100 metros muy abruptamente. Detrás de nosotros, el interludio panorámico.  Por delante, otra vez semi-aridez.

¿Esto, un gran imperio?  ¿Qué pensaba Cortés - tenía dudas?

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Ayotzingo. Pueblito gris; donde cualquier movimiento, de aire o de vehículo, levanta una tremenda polvareda. Con colinas muertas de aridez a nuestra izquierda, y una infernal caldera de polvareda a nuestra derecha.

Aquí fue que Cortés vio sus deseos acercarse un paso gigante hacia su realización; aquí, que fue recibido oficialmente por el sobrino del emperador, Cacamatzin. Siendo el protócolo lo que es, Cortés tuvo que aguardar todo un día la llegada de Cacamatzin.