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- todos, provistos, en sus cuatro patas, de cuatro ruedas indudables, funcionales, rodables, colocadas en sus dos ejes, delantero y trasero; todos, objetos con ruedas funcionales, excavados por arqueólogos en la vecindad de Tampico en el año 1944.


Las ruedas están aquí

Hay que guardarse del error de tener por obvio que se trata de juguetes; podrían ser objetos litúrgicos; tales objetos con ruedas también se encontró en la India.

Muy bien, pero entonces, ¿cómo podían los paraborígenes precolonenses tener ruedas para lo divino o lo infantil, y no tenerlas para usos más funcionales?

♦ Primero, una explicación para la cual no hace falta ser genio, y que sin embargo encontramos bajo la pluma de un genio, en un libro de más de 360 densas páginas de su autoría: los precolonenses conocían la rueda pero no la utilizaban en vehículos de acarreo porque ... no tenían bestias de tiro. Que nos explique ese genio, pues, cómo logra tanta gente, en este siglo XX nuestro, empujar y jalar toda clase de inventos rodantes, con combinaciones de ruedas desde cuatro a una sola, sin beneficio de bestia de tiro, por su solo esfuerzo personal, y para su comodidad personal; inventos rodantes que los precolonenses también seguramente hubiesen podido jalar y empujar por su solo esfuerzo personal.

♦ Explicación según este museo: los precolonenses conocían la rueda, pero no tenían los medios técnicos para hacerla capaz de llevar cargas porque no sabían construirla de madera, el único material viable, ya que de piedra o terracota hubiese sido impensable. Ingeniosa explicación - si bien no terminantemente convincente.

Una pregunta nuestra: ¿por qué, en toda la vastedad de América, solamente en los límites de esta comarca de Tampico, y en los límites del uso descrito, llegaron a existir ruedas? Nos parece que estas circunstancias deben de conllevar algún profundo significado, incluso, tal vez, varios significados. Pero ¿cuáles?

En cuanto al collar de cuentas de asfalto resecado, el petróleo es, hoy en día, la vida económica de esta región. No vimos los pozos petroleros, pero sí, varias veces, cooperativas de consumo de trabajadores petroleros.

También fuimos a un supermercado. Tuvimos que re-aprender otra cosa, sabida pero olvidada: aunque el frente de un negocio esté lleno, hasta donde alcance la vista, de ropa, ferretería y demás, no hay que desesperar; al fondo de todo, contra la pared más alejada, habrá comida.

Estamos por pernoctar en el aeropuerto de Tampico.

Siempre se puede encontrar algo para maravillarse, algo que la imaginación más fértil difícilmente podría imaginar: