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Un cartel pulcro y bien visible anuncia un marcador histórico a una milla; a ver qué clase de historia les interesa por aquí; probablemente, alguna glorificación de la "heroica gesta" de la "liberación de Texas" de la "garra de México", a juzgar por los varios casos que ya vimos de este enfoque oficial de aquel robo.

No, vaya qué sorpresa; nada de México. Intranscendente, en realidad, pero sorprendente por la coincidencia, en nuestro caso: un marcador conmemorando los inmigrantes checos a Texas en el siglo pasado y ensalsando sus laboriosidad, frugalidad y cultura.

Austin. Primero, a la universidad, la Universidad de Texas, que es donde se encuentra el museo con las cabezas.

Dos problemas que, peor que problemas, son estupideces.

Uno: en todo el recinto - perdón, campus, para distinción latina - de la universidad, cada uno de los lugares de estacionamiento, con acceso y tamaño normales - y hay centenares - está reservado para alguien; visitantes tienen que escurrirse dentro de un espacio por un paso para minicoches, por donde nosotros no cabemos.

Dos: el museo, cerrado, no tiene horario a la vista.

Oh, finalmente, descubrimos una cartulina, tamaño carta, en la oscuridad interna, a diez metros detrás del vidrio de la puerta cerrada; ¿semejante falta de sesos en una universidad?  "Eso, en Vespuccia no pasaría."



En el coche, de noche, un clavel

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Esta mañana, estacionamiento en la universidad solucionado al instante: recibimos una franquicia de "visitante oficial". Y, sí, las cabezas existen; las vimos y las tocamos, y aprendimos algo de la controversia que las rodea.

Tanto las tres cabezas como las circunstancias que las rodean son bien, bien, extrañas.

Para empezar, no se sabe si hablar de cabezas antropomorfas en piedra, o de piedras con un principio de tentativa de escultura profundamente inexperta.

El aspecto es realmente notable por su primitivismo, más bien pre-primitivismo se podría decir, como una tentativa de algo nunca hecho antes. Las dos cabezas-piedras o piedras-cabezas que vimos de las tres que existen, redondas, parecen tener no más que la forma general original de la piedra elegida para esta tentativa de escultura.