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debajo de tierra, algún mástil, algún radar, alguna chimenea, alguna punta de superestructura de navío para delatar la presencia del río.



Lo que se ve

Otra agua a la vista tampoco hay, todo es una perfecta llanura, perfectamente horizontal, nos sentimos en las pampas argentinas; incluso los vacunos están; en grandes cantidades.  También hay plantaciones de citros.

¡Ay, ay, ay! Nos tocó la desgracia de la salida escolar. Otra vez, no sólo la deprimente, despreciable, malcría de los niños irresponsables, en el circo de luces rojas pulsantes, sino también la fenomenal, desairada, tiránica, disrupción del tráfico, obligadamente, en ambas direcciones. Y así, cada veinte metros, cada diez metros, porque, claro está, esos pobres niñitos de quince años, de diez años, no podrían caminar de ninguna manera esos diez o veinte metros, hay que dejarlos exactamente perpendicularmente a sus casas. Increíble.

Y ahora vimos el colmo de los colmos. Nos estábamos acercando a una escuela. Al mismo tiempo, se estaba acercando un vehículo escolar vacío - vacío - dirigiéndose para la escuela; cuando dobló para entrar al predio, una valquiria, vestida de una chaqueta color naranja violento y armada de un gran hexágono gritando STOP, extendió imperativamente el brazo y el hexágono para detener el tráfico para proteger ese pobrecito grandote mastodonte cavernoso amarillo totalmente vacío a no ser por el conductor. Histeria, pura histeria; y qué orgullo vanidoso resplandece en todo el comportamiento de la cerbera por la autoridad indiscutible que tiene sobre el tráfico, cuando, de otra manera, estaría probablemente en su cocina.

Fin de la ruta deltaica.

A más de 100 kilómetros adentro del Delta, o si se quiere, 100 kilómetros mar afuera por el Delta.

Y el Mísisipi, todavía no lo vimos.

¿Y qué es ese infierno sonoro - para eso venimos? Pura negación de bañados, silencio, pájaros, horizontes. Un denso capullo sin escapatoria rápida, de rugidos de motores de todos los tamaños desde todos los costados;

=> rugidos en un brazo de agua (no el cauce principal del Mísisipi) provenientes de embarcaciones de todos los tipos jamás ideados, superveloces, lerdas, grandes, chicas, de placer, de carga, de pesca "deportiva", de pesca comercial, puramente el equivalente de una carretera atestada de tráfico desde cochecitos de dos plazas hasta camiones con acoplados, con la diferencia de que, en la carretera, no hay, por encima, coches de carrera;

=> rugidos en el aire, provenientes de una armada de helicópteros en amplia variedad de esbeltez, panzudez y colores, según su uso, y la empresa que sirven;