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> En cada pasada del monstruo rugiente, el polvo se levantaba en nube para re-asentarse de inmediato, la arenisca se corría unos centímetros, y los mechones de pasto se doblaban dócilmente para re-erguirse, acto seguido, en su exacta posición original.  Y otra, y otra, y otra vez.

> Unos cuarenta minutos duró esta penosa y a la vez fascinante idiotez. En este mismo tiempo, una cuadrilla de peones con escobas, palas y un gancho, hubiese dejado el estacionamiento limpito, manicurado; sin la fortuna invertida en el monstruo; sin el gasto de combustible, sin el barullo, sin las contaminaciones, todo esto, derivado de su fabricación; sin el barullo, sin el gasto de combustible, sin la contaminación del aire, derivados de su uso; sin su desgaste, que algún día habrá que arreglar y pagar, todo, con el dinero del pueblo.

Para manejar materiales peligrosos o inaccesibles, se entendería. Esto es tecnolatría infantil.


Otro armatoste ... para cortar un poco de pasto

Nuestro tío, el administrador del aeropuerto, nos hizo una pregunta, cautivante de por sí, por su profundidad y, sobre todo, su inhabitualidad, pero con la agregada extrañeza para nosotros, de la coincidencia de que exactamente esa misma pregunta profunda e inhabitual nos fue formulada tan poco tiempo atrás por el fotógrafo de Shallotte.

La pregunta habitual hubiese sido de qué religión somos - y más habitual y estrecha todavía, de qué denominación (de secta protestante, se entiende) somos. En estos casos, la pregunta fue, qué concepto de religiosidad tenemos. Bienvenida amplitud.

♦ Llamamos el administrador nuestro tío, pero otras personas también hicieron nuestra estadía en Hickory muy agradable. Una señora que trabaja en el aeropuerto tuvo la gentileza de traernos varias veces verduras de su huerta. El administrador también nos trajo; de su huerta. El día cuando se publicó una de las entrevistas, una señora perfectamente desconocida tuvo la gentileza de obsequiarnos el diario con el artículo. Un oasis, este Hickory, entre los forasterófobos prepotentes.

♦ Dos modalidades inhabituales en la radio.

~ Una. Anunciar una pieza de música (clásica) pero pasar primero el boletín informativo y recién empezar la composición, sin refrescar la memoria del oyente.

~ Dos. Programas de música (clásica) auspiciados y, por lo tanto, solventados, no continuadamente por alguna empresa comercial, sino día a día por diferentes particulares en honor a algún acontecimiento en sus familias.

♦ Dejando nuestra mente vagar por encima de todo lo que vimos hasta ahora, se impone anotar, una observación nunca cristalizada hasta ahora, a saber, cuánta aridez climática hay, y cuánta aridez humana hay; y que la aridez humana es >>>>>>>>