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Las viviendas, a primera vista ayer, nos habían parecido ordinariamente idénticas a muchas viviendas indigentes en tantos otros lugares, con paredes de barro sobre cañas, alguna vez, de piedras rústicas, y con techo mayormente de paja; pero, ahora, nos damos cuenta de algo de lo que ayer no nos dábamos cuenta.

Hoy, sí, las chozas nos entregaron su secreto, o si se quiere, vimos lo que siempre tuvimos a la vista: su forma.

La forma de estas chozas las hace diferentes de cualesquiera otras chozas que vimos hasta ahora: su ancho es menor en relación con su largo que en las proporciones más normales, lo que les da una apariencia inhabitualmente comprimida; además, debe de quitarles estabilidad estructural, a juzgar por las muchas chuecas. Su techo de dos aguas es inordinariamente empinado, puntiagudo e inordinariamente alto en relación con la altura de la choza. También, la capa de paja es inordinariamente gruesa. Las puertas parecen inhabitualmente angostas y, por lo tanto, estiradas verticalmente. Otro elemento frecuente es un alero contra el ancho, o mejor sería decir la angostura, de la choza, sostenido por cuatro delgados parantes agrupados en dos pares.

Todos estos elementos contribuyen a lo mismo: a comprimir a lo ancho, y estirar a lo largo y alto, la geometría de las viviendas, en parte en la realidad, en parte como ilusión óptica.

Por lo demás, las ventanas son reducidas a un mínimo, por lo que estas chozas parecen combatir el calor - y calor hay bastante aun en estos meses de invierno - no con abundancia de ventilación filtrando por paredes de palmas, como vimos tan frecuentemente entre los autóctonos paraborígenes americanos, sino con abundante aislación de barro.



Contra el calor: poca apertura, barro, color blanco

En la lucha contra el calor, otra arma insustituible entre los autóctonos americanos, la hamaca, aquí parece totalmente ignorada; mientras vimos centenares de hamacas colgando entre los autóctonos - e incluso no-autóctonos en la zona de influencia de aquellos - en chozas, en tinglados, al aire libre, hasta debajo de camiones, de noche, aquí no vimos, hasta ahora, una sola.

A veces, aparece, en yuxtaposición con la indigencia de las chozas, un grupo de construcciones inhabitualmente sólidas, de mampostería bien hecha, y pintaditas; son casas de los ... muertos, infinitamente mejor hechas y mejor mantenidas que las casas de los vivientes.

El lavado de ropa local es siempre una empresa comunitaria; también lo es el bañarse; y el lavado y el bañado se llevan a cabo, no ilógicamente, en el mismo lugar público.

Así como, en los Andes, era parte inevitable del panorama mujeres llevando cargas en ponchos sobre sus espaldas, aquí es parte inevitable del panorama mujeres llevando cargas sobre sus cabezas.  Otra vez, sería una oportunidad de >>>>>>>>