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tremenda mata de bambúes - claro, después de averiguar qué tal es el vecindario. Muy sano, se nos dijo, así como se nos dijo ayer en El Hatillo. Por lo menos esperamos que nuestros informantes entendieron correctamente qué deseábamos saber y que no nos decían simplemente el nombre del villorrio, que es Toda Sana.


Los bambúes (pareciendo salir del toldo del coche)

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Efectivamente, noche tranquilísima. Qué gloria sería si se pudiera dormir siempre así. Nos acordamos cuando, en el consulado venezolano de Boa Vista, nos dijeron que la mayoría de los estafadores de Venezuela son Argentinos - y por qué será, preguntamos, que, en la Argentina, se puede dormir en cualquier descampado, en cualquier soledad, y no se puede hacer así en Venezuela.

Toda la mañana, nos quedamos disfrutando de nuestro dormitorio debajo de los tremendos bambúes doblándose, a pesar de su grosor, por su altura, y escuchando los pájaros en el pluviobosque circundante.

Incluso, escuchamos los vociferantes gritos de unos pájaros que, por primera vez, habíamos escuchado ya en el Pantanal, cuando nos habían parecido una ocurrencia única, pero que, desde entonces, escuchamos en varias oportunidades, incluso en la lejanía del aeropuerto de Manaos; y ahora, aquí. Lo curioso es que nunca logramos ver los autores de semejante cacofonía. Sospechamos que deben de ser sorprendentemente desproporcionados, en pequeño se entiende, en relación con el estentorismo de sus enojos.

Y ahora, a viajar un poco.

Estamos en Los Caracas - no en Caracas, en Los Caracas - un paraje de esta costa sumamente recortada vertical- y horizontalmente, todavía a unos 60 kilómetros de Caracas. Hay más Caracas en Venezuela de lo que se ve a primera vista. También hay unas islas Caracas, no lejos de Cumaná. ¿Qué o quiénes fueron, o son, estos Caracas?  Trataremos de averiguar.

En el mapa, recorrimos unos miserables dos centímetros hasta aquí; naturalmente que, en el terreno, se traducen en kilómetros, unos 20 kilómetros; pero la manera realística de medir la distancia recorrida es medirla en centenares de curvas, tanto horizontales como verticales, frecuentemente muy cerradas, frecuentemente con aclives o declives impresionantes - basta decir que recorrimos este terreno escabroso alternando estrictamente entre primera velocidad y baja, lo que nunca nos había ocurrido hasta ahora; quizás como super-cautela por el elástico roto.

Nos sentimos un poco como aquel héroe de cuentos de hadas que deseaba tanto que se le cumplieran unos deseos que, eventualmente, se encontró en >>>>>>>>>>>>>>>>