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nosotros porque nos acordamos de que, cuando preparábamos esta Expedición, era sólo un camino de tierra, que estábamos dispuestos a recorrer por el exótico interior del Brasil; pero, hoy en día, por lo visto, no más exotismo, en lo que vimos hasta ahora de este país.

La topografía recobró sus suaves ondulaciones habituales.

Las vistas, a veces amplias, no ofrecen nada de interés.

Sigue la ya habitual mezcolanza de pedazos de bosques que no son bosques y pedazos de campos que no son campos, con todas las mismas gradaciones entre ex-selva y futuros campos, como había entre Belém y Brasília.

Pasamos por un puesto de policía caminera. Hay que repetir que estos puestos de policía caminera en el Brasil, a distancias entre 100 y 250 kilómetros, no molestan.  Uno se pregunta para qué están, pero seguramente para algo estarán.

Preguntamos dónde se encuentra el próximo puesto de policía para ir planeando nuestro próximo dormitorio. Se nos informó que no hay más puestos de policía caminera, mejor dicho, que hay las instalaciones pero no hay personal para atenderlas. Preguntamos otra vez si hay inconveniente en pasar la noche en cualquier parte al borde del camino. Otra vez se nos contestó "muito perigoso".

Pasamos por otro puesto de policía caminera, con todas sus instalaciones habituales pero, efectivamente, sin personal para atenderlo.

Vamos a pasar la noche en semi libertad, o sea a unos 200 metros de un posto de abastecimiento, cerca del alambrado y de la tranquera de una de las tantas nuevas estancias que se van formando en estas tierras ni selva ni campo.

Estos alambrados, estas tranqueras, son un tema para ponderar; postes, cada uno, grueso como un esquinero, a la corta distancia de 2,30 metros uno del otro, en vez de 10 metros; esquineros y postes de tranqueras, gruesos como columnas faraónicas, como en ninguna parte se puede ver, por la simple razón de que en ninguna otra parte hay árboles de madera dura tan gruesos; el despilfarro de tanta riqueza maderera por manos que la gastan tan fácilmente porque tan fácilmente la obtuvieron - si bien el trabajo físico de colocar estos postes monstruosos tiene que haber sido incaico.


El alambrado

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Esta mañana, durante el desayuno, nos encontramos con otro viejo conocido, por medio de las ondas radiofónicas: la notable estación de ondas cortas de Quito, la Voz de los Andes.