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Además, nos parece evidente que este último sitio, cerca del puesto, en condiciones apropiadas, es, por la densidad de su población animal, mucho más ilustrativo del concepto ideal que nos hacíamos del Pantanal; pero, al mismo tiempo, es obvio que no pasa de ser como un zoológico muy bien poblado, sólo insinuando débilmente lo que podía haber sido el Pantanal grande que nosotros nos imaginábamos.

Empezamos a creer que la diferencia entre lo que nos imaginábamos y lo que vemos es culpa no del terreno propio, ni de los animales, de la vegetación, sino del insospechado continuo mosaico de fazendas quebrando la magia de la naturaleza.

Aquí, en el puesto de fiscalización, se nos confirmó que toda la gran extensión del Pantanal no ofrece nada radicalmente diferente de lo que se ve aquí, incluyendo las fazendas.

Aun cuando la composición del Pantanal no cristaliza, pues, nuestras expectativas, hay que reconocer al Pantanal lo que es del Pantanal, a saber su impresionante, casi antediluviana, extensión. Su forma hace difícil dar medidas; además su extensión cartográfica cambia de mapa en mapa; además su extensión real cambiará de épocas en épocas, con o sin lluvias; pero se tendrá por lo menos un orden de magnitud, considerando varios ejes transversales, de 400 kilómetros, 500 kilómetros, 250 kilómetros, 475 kilómetros, de longitud.

De paso, una pregunta. ¿A dónde va a desaguar finalmente semejante pantanal? A nuestro conocido, el estuario de la Plata, por intermedio de nuestro conocido, el río Paraguay, cuyo alto curso pasa por el Pantanal.

Finalmente, nadie se hace ilusiones de que este Pantanal seguiría siendo refugio de fauna una vez que los fazenderos lo hayan ocupado todo; por lo que ya se ha previsto, dentro de sus límites físicos, un dolorosamente reducido recinto legal preservado como Parque Nacional del Pantanal.

Así que nosotros llegamos demasiado tarde para ver el Pantanal al natural. Pronto, otros llegarán demasiado tarde para ver aun lo descuartizado que nosotros vemos.

Estamos estacionados para la noche cerca de dos árboles muy curiosos. Tienen troncos de árbol de corteza, pero sus copas son, en parte, de palmas, y, en parte, de ramas con hojas, combinación bastante monstruosa. Se trata de árboles que, originalmente, eran palmeras pero cuyo tronco ya fue envuelto por la red de árbol parásito que ya vimos en el Iguazú.  Parecen como monstruos de dos cabezas.


El árbol con dos cabezas

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