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Esta mañana, saliendo del patio de la dirección de turismo, nos vimos envueltos en una nube tóxica, asfixiante, proyectada por un camión pulverizador a todo lo largo de su recorrido; probablemente como lucha contra los mosquitos y sus enfermedades. Tratamos de cerrar las ventanillas con velocidad de relámpago y suspendimos la respiración; pero fue lastimoso e increíble ver el chorro de fumigación envolver sin piedad a todos los transeúntes con un producto que, por lo poco que aspiramos, es potentísimo - toda esa pobre gente probablemente no sufrirá de los mosquitos y sus enfermedades, pero tan probablemente, con bastantes pasadas de fumigación, terminará en el hospital con otras dolencias.

Preguntamos por qué no se puede llevar a cabo las fumigaciones en horas más tempranas cuando las calles están todavía vacías.

Por una amable campiña levemente ondulada de pastoreos naturales, pequeños cultivos, y un salpicado de pequeñas lagunas, nos estamos acercando al lugar de las inscripciones cerca del pueblito de Ingá.  ¿Vamos a encontrarlas?

Encontramos la roca. En un pedregal de muchas rocas entorpeciendo el flujo de un riacho el cual, en este lugar, por dicha circunstancia, tiene que escurrirse formando cascadas.

Sí, pero no es ésta la piedra de la Inscripción de Paraíba. A pesar de las aseguranzas por los entendidos de Pessoa, la Inscripción de Paraíba según vimos y conocemos su copia, aquí no está.

Eso sí, hay figuras, y son figuras raras por cierto.

Bien curiosas, en primer término, por su factura; tienen una notable suavidad de líneas que parecen evitar aristas y ángulos; están siempre en curvas; y el cavado mismo que conforma las figuras en la roca tiene un corte concavo suave. Y bien curiosas, también, por su estética muy asertiva de su propio estilo. En conjunto, entre factura y estética, algo por completo diferente de las habituales manifestaciones gráficas rupestres.



Sí, muy diferente de lo habitual

Pero, en cuanto a decir qué representan, es otro capítulo; salvo una, que es un lagarto visto desde arriba, sin mucha duda.

Hipótesis hay, con la habitual confrontación entre los partidarios de un origen puramente local, ya sea como expresión ritual o como expresión de ociosidad, y los partidarios de un origen extra-continental, para no mencionar extra-terrestre.

La pura verdad es que nadie sabe nada, de manera que, felizmente para los amantes de enigmas y los forjadores de teorías, el enigma sigue siendo un enigma. La última especulación, especulación que hay que respetar, si no por otra razón, por el hecho de que su autor tardó treinta años de estudios en concebirla, es que se trata de un calendario equinoccial - lo que nosotros llamamos equidiurnoccial - con la representación de un firmamento estelar de una época aproximadamente del año 2318 a.C.