español english français česky

Parece aceptado que fue publicada por medio de una copia mandada en 1874, más exactamente el 31 de enero de 1874, de Rio de Janeiro a Nueva York. Lo indudable es que nunca nadie - con la excepción, se supone, del peón que se dice que la descubrió, y de quién sea que se dice que la copió - la vio en su pétrea realidad.

Y no es que no se la haya buscado. Como, por alguna razón, que ignoramos, se la conoce como Inscripción de Paraíba, se la buscó en este estado de Paraíba; y nada; se la buscó en otro Paraíba, una localidad cerca de Rio/Baía de Janeiro; y nada; incluso, en 1971, a alguien se le ocurrió buscarla, por alguna razón de su parecer, en la zona de Quixeramobim en el vecino estado de Ceará, donde, si bien se encontró más de una tonelada de cosas interesantes, hasta misteriosas, de la dichosa inscripción, nada.

Pero, por otra parte, también en el estado de Paraíba, tiene fama una roca, de nombre Ingá, también por grabados rupestres; de los cuales nada sabemos en lo gráfico; solamente que también son el objeto de confrontaciones entre intrépidos y trépidos.

¿Qué podremos sacar en limpio de esta dualidad?

Recién fuimos parados por un puesto de sanidad. Todos los vehículos deben parar. Es para una fumigación anti-mosquitos como campaña preventiva contra el dengue.  Malaria, por aquí, según nos informaron, no hay.

Estamos en la ciudad de João Pessoa, capital de Paraíba.

Nos encontramos aquí con un monstruo, hermano mayor de una plaga pública que ya encontramos en muchos otros sitios. Hasta ahora, pensábamos que un vehículo provisto en su techo, más o menos precariamente, de dos o, a lo peor, de cuatro, altoparlantes, era la mayor indignidad infligible a un ser humano inteligente; pero aquí nos encontramos con el horror de camionetas provistas profesionalmente, todo alrededor de su techo, de 16 grandes altoparlantes; 5 de un costado, 5 del otro, 3 para atrás y 3 para adelante. Hace falta tanta electricidad para tanto poder destructivo que cada camioneta lleva adentro un pequeño grupo electrógeno.  Y no vimos una, solitaria, así, sino varias, como cucarachas.

Ah, pero momento.  ¿Qué es eso?

Repuestos del asombro durante los varios minutos que necesitamos para realmente creer nuestros ojos, he aquí lo que es "eso". Eso es, y lo tenemos a la vista, una bomba; si no una bomba de neutrones, por lo menos una bomba de decibeles: un camión de los grandes, con todo el volumen de su carrocería ocupado por 30 ó 40, quién sabe cuántos, grandes altoparlantes, de los enormes, apuntando todos hacia afuera; una locura, una total abdicación de racionalidad, de decencia, de respeto. Y esta bomba de decibeles no se conforma con cualquier pequeño grupo electrógeno a nafta; lleva, en el espacio interno del camión que queda entre los altoparlantes, un grupo electrógeno a diésel, de los grandes.


La "bomba"