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Como curiosidad técnica, este moribundo y su cruz fueron tallados de un solo bloque de madera. De paso, en el altar lateral al lado, o sea el número uno, se puede apreciar un santo mulato muy simpático.

+ Justo al lado de esta São Francisco, está la otra São Francisco, sin monasterio, pero retirada, escondida, en dirección opuesta a la entrada de la primera, por lo que nadie la ve. Sin embargo, para quien nunca vio el estilo español, especialmente la iglesia de Potosí del Alto Perú, cuyo nombre ahora no nos acordamos, vale ciertamente omitir una iglesia de las otras y ver ésta.

+ La iglesia Bonfim. Por fuera, tal como construida, es de simplicidad aldeana tal como "mejorada", parece la entrada a un parque de diversiones. Por dentro, una iglesia como muchas, salvo su cámara milagrosa.

Cámara milagrosa famosa en todo Brasil, que se podrá considerar, en orden alfabético, emocionante o macabra, con sus centenares de manos, brazos, piernas, cabezas y otras partes de la anatomía humana, en cera, colgando del cielorraso, y miles de fotografías empapelando las paredes; cada uno de estos elementos, testimonio de agradecimiento por una gracia recibida en la cura de una dolencia, muchas veces desahuciada por la cofradía médica.



¡Qué vista!

+ Entre las muchas otras iglesias, hay también una que era para los esclavos. Es una aberración difícil de entender que se pueda comprar, vender, encadenar, explotar, castigar, separar, madres, padres, hijos, como animales, mutilarlos peor que animales, y construirles muy especialmente una linda iglesia, para predicar hermandad.

SB En nuestras andanzas, vimos algunas Bahianas, o sea mujeres con el atavío tradicionalmente característico de esta ciudad, atavío que, incidentalmente, no es nada más que una falda amplia y una blusa dejando los hombros a descubierto; pero las Bahianas, como los sombreros mexicanos, son estrictamente para turistas. Los millones de mujeres de hoy en día, así como los hombres, visten de manera terriblemente ordinaria.

SB Luego, fuimos a un mercado para rellenar la pulpería antes de seguir viaje. El mayor mercado que habíamos notado. Resultó ser sólo un gran depósito de comida básica; y ni siquiera había leche, para la cual había una cola de centenares de mujeres.

Durante todo el tiempo que Božka estuvo adentro, Karel tuvo que montar guardia alrededor del coche; primero, con manos vacías, pero luego, con látigo en mano, contra una docena de mocosos cimarrones de 6 a 12 años, tomando todos los coches estacionados como objeto de sus fechorías, pero más especialmente el nuestro por su aspecto diferente.