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Estamos de vuelta en Asunción. Recorrimos los últimos cien kilómetros ya de noche. No vimos ninguna falta de luces en los vehículos. Muchas de las luces no estaban bien alineadas y encandilaban, pero esto ya hubiese sido pedir demasiado. Por lo menos, no faltaba ninguna, ni siquiera a las motocicletas.

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\AS/  Pasó otra larga semana en Asunción.
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Despachando tareas varias, rumiando preocupaciones, abrigando la esperanza de que, quizás, una preocupación anterior ya no tenga justificación, acumulando observaciones e informaciones.

Pasado mañana probablemente, tendríamos que salir definitivamente de Asunción hacia nuevos horizontes, por lo que cabe poner las anotaciones al día.

A» Esta vez, descubrimos el Jardín Botánico; dentro de éste, la Cárcel Zoológica; y, al lado de ésta, un centro de acampar de la municipalidad de Asunción; y los tres requieren su comentario.

El Jardín Botánico, lejos de ser una exposición manicurada de especies acaso exóticas, acaso ornamentales, es simplemente una extensión de la floresta indígena y endémica de la zona, con un árbol, entre 10.000 plantas, honrado por un cartel especificando su nombre. Y ¿dónde está escrito que un jardín botánico no podría ser así?

La Cárcel Zoológica tampoco se atiene a lo que se esperaría habitualmente. No es un recinto atestado de jaulas y encerraderos, sin más espacios para la gente que los pasillos necesarios, sino que consta de jaulas sueltas y de encerraderos, esparcidas y esparcidos sobre una amplia extensión del susodicho jardín botánico, de manera que uno tiene más la impresión de estar en una selva, con los animales agrupados de lugar en lugar, que en una cárcel zoológica estereotipada. A tal punto que, cuando ya pensábamos haberlo visto todo, nos percatamos de que había todavía algunos tipos de cabras y venados más allá; y, más allá de todo, un elefante. Pobres animales - a pesar de tenerlo mejor que en otras cárceles zoológicas, por tener mucho verdor alrededor de ellos.


Dentro de este zoológico, el pájaro "mil máscaras"

En cuanto al núcleo de acampar, es chiquitito, y cuando está lleno debe de ser un campo de concentración de turistas como cualquier otro, pero tal como está ahora, totalmente vacío para nuestro uso exclusivo, parece sacado de un cuento de hadas, principalmente porque cada sitio de acampar tiene su pequeño candelabro eléctrico de estilo pintorescamente antiguo y, al pie de dicho candelabro, hay un tomacorriente y dos canillas de agua para uso exclusivo de cada sitio.  Un lujo que nunca vimos, aun en el país más rico.



El candelabro