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Adelante pues por tierra.

Parece firme, aunque se nos informó que es un jabón impasable cuando llueve - lo que, a su vez, mucho peligro de resbalar o encajarse no presenta porque este camino - como todos los demás caminos de tierra del Paraguay - está vedado por ley cuando llueve hasta que seque, para no destrozarlo. De todos modos, en lo práctico nuestro, desde que salimos de Asunción, el tiempo es inmaculadamente soleado.



Garza blanca entre las palmeras, a 285 kilómetros de Asunción

Como para confirmar que el ambiente se va tornando más árido, empezaron a erguirse por entre los matorrales espinosos aquellos cactos altos de muchos brazos verticales, comunes a muchas regiones del continente, con un nombre diferente en cada región.  ¿Cómo se los llamará aquí?

A escasos kilómetros ya de Filadelfia, apareció un inesperado cambio: vacas de razas europeas, en pastajes artificiales; y, sin tiempo para digerir la sorpresa, un cartel indicando hacia Wiesenfeld, Hohenau, Blumental, y un muy poco alemán y muy poco castellano Yalve Sanga.

Ya está, estamos en Filadelfia.

De haber seguido un poco más por la Transchaco, hubiésemos entrado otra vez al Tahuantinsuyo de los incas, que llegó a abarcar, por su provincia del Collasuyo, las tierras que hoy son la punta occidental del Paraguay.

Estábamos por alcanzar la avenida de ingreso al pueblo, y estábamos alertas para ver nuestras primeras caras germanas y cabellos rubios, y ¿qué apareció ante nuestros ojos, que tuvieron dificultad en digerir lo que veían? De sorpresa, en un último matorral, docenas de paraborígenes - más paraborígenes juntos de lo que habíamos visto en toda la Transchaco desde Asunción. Fue recién cuatro o cinco cuadras más adentro que vimos nuestras primeras caras exóticas, las rubias - pero, entonces, todo pasó nuestras expectativas.

Qué explosión de cabezas superrubias de niños nacidos acá de padres nacidos acá, pero todos pareciendo importados por el último vuelo desde Alemania.

En un recorrido de quince minutos, supimos todo lo que hay que saber de la apariencia de Filadelfia a más de las cabezas rubias, y supimos que se lo puede saber en treinta segundos, porque las primeras cuatro cuadras son exactamente iguales a las cuarenta siguientes y a todas las demás:

 F avenidas, muy anchas, muy rectas, con medianera de zanja o de plantación, polvorientas, sublimemente limpias - y acá, la inmaculada limpieza no se debe a algún ejército de limpiadores sino al milagro de que no hay ensuciadores;