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pues, ya sabemos, no tienen repuestos de nuestra marca, mientras que, en Montevideo, parece que sí tienen repuestos y conocimientos; o como ser el revelado de nuestras fotografías que ya se acumularon, porque aquí, en Buenos Aires, no hay un lugar donde nos atreveríamos a probar - no sabemos si, en Montevideo, habrá algún laboratorio a nuestro gusto, pero aunque no lo haya hasta quién sabe dónde, aquí, sería suicidio.

Es que nos tocaron necesidades únicas, como nunca las hubo hasta ahora y nunca las habrá en el futuro.

▪ Por ejemplo, Božka, después de tanto viajar, se quedó prácticamente sin ropa, y tuvo que, coserse tres pantalones y dos polleras, así como cambiar varios cierres de cremallera.

▪ Karel tuvo que pasarse varios días con un peón de campo, arreglando 800 metros de alambrado de nuestra quinta.



         Una de las tranqueras

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                 La casa principal, con los rayos del amanecer

▪ También, tuvimos que reubicar totalmente todo el cargamento del coche, subiendo al portaequipaje todas las cosas de clima frío, que ahora no vamos a necesitar, y bajando al alcance de la mano todas las cosas necesarias para los climas cálidos que nos esperan al pasar otra vez por los intertropos, esta vez de sur a norte. Serán los intertropos temperados por el invierno, pero serán intertropos, esta vez, baritropicales, o sea cálidos aun en invierno, y no los intertropos fríos, acrotropicales, a 3.000 ó 4.000 ó 5.000 metros de altitud, como cuando los cruzamos de norte a sur por la cresta de la cordillera de los Andes.

▪ También decidimos renovar la nafta de nuestros tanques de auxilio, que la teníamos desde Bolivia, o sea ya demasiado tiempo para conservar su frescura. Durante su transvase, nos sentimos vívidamente otra vez en Bolivia: ¡Qué barbaridad! ¡Qué depósito de barro! Al mover el tanque, todo su contenido se enturbió en un líquido totalmente opaco. Parte del contenido de los tanques preferimos simplemente guardar en botellas para usos otros que combustible de motor.

También, tuvimos que pasarnos varios días en el centro de Buenos Aires por varias diligencias, una de las cuales arrojó un resultado puramente sorprendente e incomprensible.

Fuimos al consulado venezolano, sin saber realmente para qué, después de los consulados venezolanos anteriores y sus ya rituales litanías de dificultades. Quizás, tal vez, como un animal preso en una jaula, de la cual no puede escapar, siguiendo sin embargo buscando una salida imposible.

Antes de darnos plenamente cuenta, estábamos sentados frente a frente con el Cónsul General y explicándole nuestros propósitos; y antes de poder creer totalmente nuestros oídos, escuchábamosle decir que nos iba a dar una visa >>>>>>>>