español english français česky

y amarillo, se acordó del monstruo con cabeza de perro en la novela Amadís de Gaula, de 1512, monstruo de nombre Patagón, y así apodó a los autóctonos.

A elegir, entre impacto visceral y alambicada erudición. Cualquiera sea la versión, nos preguntamos ¿en qué parte precisa de esta larguísima costa se volvieron los paraborígenes, patagones sin saberlo?

. .
*

Hoy, el día empezó con la visita de una planta acopiadora y procesadora de algas marinas. La menor de tres plantas de una de las más importantes empresas algueras de la Tierra, pero donde aprendimos muchísimo y donde el entrar en la planta fue entrar en un mundo diferente, tanto más que su gerente nos dio toda su atención con mucha gentileza, todo el tiempo que hizo falta.

Pero no hay tiempo ahora para este relato. Tenemos que aprovechar la buena temperie para ir a ver una colonia de pingüinos, y una, de lobos marinos, que, parece, existen a unos 30 kilómetros de aquí.

De Camarones, estamos bordeando, pues, la hermosura de la bahía homónima hacia el cabo Dos Bahías donde parece que están los pingüinos y los lobos marinos.

No sabemos qué habrá en términos de lobos y de pingüinos, pero una cosa que ya tenemos asegurada es el superlativo interés del viaje mismo por la belleza de esta bahía Camarones - con la multitud de caletas, pequeños promontorios, afloramientos de rocas, dando variedad a su línea general, todo ello, íntimamente conyugado con las magníficas aguas azules de intensidades cambiantes; aguas tranquilas, por la sorprendente calma del viento, a veces cubiertas, en partes, por manchones como si fueran plata líquida, según la incidencia del Sol.

Y, para mayor deleite, por donde pasa la huella al natural, todo, estepa solitaria.

Bueno, estuvimos en el campamento de los pingüinos.

Ambiente totalmente diferente del ambiente del seno Otway, pero complementario de aquél.

Aquello era una villa residencial, tranquila, limpia, de pingüinos a todas luces de una clase distinguida.

ð    Aquí, todo es muchedumbre, hacinamiento, griterío.  Madrigueras, nunca lejos unas de las otras, y, a veces, apretujadas una contra la otra, como si fueran habitaciones en un conventillo. Y una capita blanquecina de guano por donde se mire.


Sí, las viviendas escasean