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pero, en Arizona, hay más cantidad de trozos sueltos que aquí. A su vez, aquí, hay superficies bastante extensas cubiertas densamente de pequeños trozitos, que no se dan en Arizona.

Ø║Ø Y en cuanto a tamaño, los troncos más grandes de aquí son ciertamente mucho más grandes que cualquier cosa en Arizona; no tanto en los largos, si bien pueden alcanzar, según se los mida, los 60 metros, sino en los diámetros. Nosotros mismos medimos el diámetro de un tronco, en lo que parecía ser la base del árbol, y nos dio 2,80 metros. También medimos el diámetro de otro tronco, en un lugar donde tenía la salida de un gajo de rama; obtuvimos un ancho total de 3,40 metros, o sea 2,65 metros para el tronco y 0,75 metro para la base del gajo.


Y Karel, ni se lo ve, al lado

Ø║Ø En resumen, lo grande es más grande aquí que en Arizona; lo destrozado está más destrozado aquí que en Arizona. La coexistencia de nada muy entero y nada muy destrozado, como en Arizona, parece lo normal; pero la sorprendente coexistencia de lo muy entero y de lo muy destrozado, como aquí, en Santa Cruz, tiene que tener un porqué que nos interesaría conocer.

Ø║Ø Naturalmente - si bien no sabemos por qué tendría que ser natural, pero lamentablemente es natural - aquí, no hay museo, no hay diagramas explicativos del proceso de formación y otras informaciones ilustrativas; mientras que todo esto hay en Arizona; de manera que, aquí, la gente se va tan ignorante como vino, mientras que, en Arizona, el que quiere aprender puede aprender.

En los tiempos, cuando, en esta zona, hoy árida, crecía la poderosa vegetación de la cual, hoy, se ve unos fragmentos, cuando los Andes todavía no existían para cortar la llegada de los vientos húmedos del oeste, por aquí también andaban los famosos dinosaurios, entre mucha otra fauna. Si bien el guardaparque no tiene de ello la menor noción, aquí también se encontró huesos de dinosaurios. Uno de ellos, un fémur de unos 2,50 metros de longitud, por lo que se supone que los bichitos debían de medir hasta, de 35 a 40 metros de largo.

Pero no con lo viejo-y-enorme termina el interés de esta zona que es tan diferente, hoy, de lo que era, hace 140 millones de años - con un puñado de millones de años en más o en menos, naturalmente.  Hay también lo viejo-y-misterioso.

Muy misterioso - y bienvenido para aquellos intrépidos que propugnan la realidad de la coexistencia de los humanos y de los dinosaurios.

Según nos dijo el director del museo de Río Gallegos - casi disculpándose por tamaña herejía, pero no pudiendo callar lo que él sabe que es un hecho - también se encontró en estos sedimentos, entre árboles gigantescos y dinosaurios monstruosos, cosas chiquititas, pero bien curiosas, como ser negativos mineralizados de cáscaras de algún tipo de tubérculo, llamativamente >>>>>>>>