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La municipalidad tiene preparadas unas calles con parquímetros, donde el que se estaciona sabe claramente y de antemano que contrae la obligación de pagar su cuota; así establecido el principio - parquímetro, se paga, e implícitamente, no parquímetro, no se paga - la municipalidad tiene calles preparadas sin parquímetros, sin cartel de ninguna especie que diga que se puede o no se puede estacionar, que se debe o no se debe pagar - ¿y cómo se podría pagar si no hay parquímetro, no cierto? Pero cuando apenas un inocente se estaciona en una tal calle, con la consciencia tranquila, le salta encima, literalmente lo a-salta, un individuo de civil con sólo un bonete verde - para darle una semblanza de oficialidad - para hacerle pagar un derecho de estacionamiento que ningún indicio hacía prever. Así nos pasó a nosotros, pero mandamos a pasear al individuo sin medir nuestras palabras. ¿O será una estafa por un mafioso?  No pareció.

Así como, en Osorno, no se puede no tropezar con el Deutscher Verein, aquí, en seguida vimos un Yugoslovenski Dom.

También, uno de los más bonitos grupos escultóricos de la ciudad está dedicado a los inmigrantes Eslavos del Sur - del sur de Europa, no de América, se entiende - que vinieron, quién sabe por qué, hace más de cien años ya, a estas tierras. Y no se trata necesariamente sólo de recuerdos académicos: mientras estábamos viendo dicha escultura, vino una muchacha vestida de un antiguo traje típico yugoeslavo para hacerse sacar fotografías, traje de los tiempos cuando todas las comarcas y hasta pueblos de Europa tenían - como, aún hoy, ciertas comarcas y pueblos de Guatemala, Ecuador y Bolivia todavía tienen, según vimos - sus trajes "típicos" en el sentido de individualizantes de un lugar, como una cédula de identidad.



El grupo escultórico

En el renglón de cosas prácticas, en Punta Arenas hay, por fin, gomerías no sólo con las uñas hidráulicas para desmontar cubiertas, sino también con criques capaces de levantar nuestro coche - a más del crique nuestro, tenemos que seguir avergonzándonos. En una gomería, con tres máquinas desmontadoras y dos criques, nos encontraron la causa de la ínfima pero persistente pérdida en el neumático: un simple clavo. La ventaja de las cubiertas sin cámara: poder seguir viajando, con el clavo tapando su propio agujero.

El mal contacto eléctrico que impedía el funcionamiento de una luz direccional - que habíamos descubierto a la salida de Bariloche pero que no nos había molestado porque en la estepa patagónica no hay señales direccionales que dar - también está solucionado, mejor dicho se solucionó: apenas ingresamos al tráfico urbano de Punta Arenas, el sistema, como dándose cuenta de su importancia, empezó a funcionar correctamente por sí solo.

En el supermercado, y los mercaditos también, en el medio de esta estepa austral, hay gran variedad y surtido de frutas y verduras de otras latitudes, muy sabrosas y más baratas que sus análogas en la Argentina.