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Mirando por encima del lago, se ve, tapando el horizonte, la Cordillera - bastante lejos, pero bastante imponente a pesar de la distancia.

Las estadísticas dicen que estas cumbres oscilan a sólo la mitad de la altitud de los famosos gigantes de la Cordillera más al norte de acá; sin embargo, la impresión de estas altas monta-ñas no le cede en nada a la impresión de aquellas otras altas montañas.

Entonces, es fácil conceptuar que, desde las fundaciones geológicas que les sirven de bases, a éstas y aquellas montañas, éstas y aquellas se yerguen hasta alturas relativamente análogas, y que si aquellas montañas tienen nominalmente altitudes muy superiores sobre el nivel del mar a éstas, no es por mérito propio sino porque las fundaciones geológicas que las sostienen se encuentran mucho más arriba que estas fundaciones geológicas. Es fácil conceptuar una corteza terrestre elevándose, de más baja a más alta de sur a norte, soportando cerros de alturas individuales básicamente análogas entre sí, aun cuando de altitudes en aumento.

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Hoy, vimos, otra vez, una laguna con flamencos rosados. Otra vez, fuimos a cortarles su tranquilidad, y otra vez, nos maravillamos ante el espectáculo de estas llamas rosadas flexándose en el aire.

En la orilla de la misma laguna, también vimos dos platos voladores posados en el suelo.  Bueno, a segunda vista, dos módulos heptagonales de observación de fauna, con el símbolo identificador de una fundación de vida natural, sin duda para estudiar los flamencos y una multitud de otros pájaros acuáticos.


Los "Platos Voladores"

Pero qué deprimente y asqueante fue ver que estos módulos, modernos y bien hechos, con todos los requisitos de aspecto para poder pretender que son platos voladores, habían sido saqueados. Alguien había roto una de las ventanas de observación en forma de burbuja - y por lo tanto cara y quizás irreemplazable - para abrir la puerta por dentro, y arrancar y llevar todo salvo los tabiques internos.  En esta inmensa soledad ¿quién puede haber sido?

Siguiendo viaje, algo bastante sorprendente - y con incrementos de sorpresa - se presentó a nuestra vista.

--^ El primer indicio inhabitual que notamos fue una docena de ovejas marchando resueltamente, con alguna meta determinada, en una sola dirección.

--^ Luego, otra decena más o menos; y casi en seguida, un paisano a caballo a cierta distancia, detrás.