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Hoy, nos deleitamos con la increíble combinación de lagos, istmos, vistas - cercanas y lejanas - llamada Llao Llao. Es un sitio de panoramas puramente maravillosos. No nos podemos acordar de otro panorama de este tipo lacustre cordillerano que se pueda equiparar con éste, ni remotamente, a todo lo largo de América.

Estas vistas de Llao Llao tienen una elegancia, una nobleza, una estética, una amplitud, que son únicas. Incluso, ocurre un fenómeno que parece ser un desafío a lo habitual: en el istmo desde el cual radian los varios lagos que sirven de ejes panorámicos en las varias direcciones, se levanta un hotel, un hotel grande, con centenares de habitaciones, que, por su sola presencia, tendría forzosamente que arruinar el ambiente, y sin embargo no lo arruina, al contrario parece servir de foco visual alrededor del cual todo lo demás se estructura; quizás se deba este fenómeno a que dicho hotel es realmente un acierto arquitectónico notable, porque, a pesar de su tamaño, no parece en absoluto un cuartel, sino un amable chalecito un poco grande.


El hotel Llao Llao, anidado en medio de la belleza

Y cuando uno, para cambiar un poco, se adentra en los bosques y sotobosques, es otro mundo maravilloso dejado en su estado totalmente natural bajo la protección de su estatuto de Parque Nacional. Y nadie para arruinar por su presencia tanta belleza, porque los que vienen de Bariloche, vienen enjaulados y concentrados en enormes autobuses de turismo que ni los dejan salir - y ya se los llevan, apenas llegados.  Nuestra suerte.

Incluso, hay unos arrayanes, un tipo de árbol prácticamente extinto, ya que parece que éstos son los únicos ejemplares que todavía quedan en pie en la Tierra, después de la aniquilación de los bosques de arrayanes en el Japón por la bomba nuclear.

A primera vista, estos arrayanes no llaman mayormente la atención; no son gordos, no son grandes, no tienen frondosidad llamativa; pero, en menos de un parpadeo, se imponen por la forma de sus troncos, y por la corteza de sus troncos y de su ramazón. Sí, por la forma de los troncos, frecuentemente en plural por cada árbol, a pesar de ramazón, en singular, por su pluralidad en forma de manojo de serpientes. Y por la corteza, que se desprende como láminas de pergamino; y que es, con luz diurna, de color canela fresca, y con luz directa del ocaso solar, de color irisado en las tonalidades de plata, rosa, hasta verde y escarlata - por lo que el lugar donde más ejemplares se concentran se llama Quetrihue, Quetri-hue, hue-lugar, quetri-fuego, en mapuche/araucano; y otra vez lo vemos escrito hué - hue, con y sin acento.

Otros árboles notables de esta zona son los pehuenes, más conocidos como araucarias.  Son árboles en todo el sentido de la palabra, pero lo curioso y >>>>>>>>