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Estamos ahora a orillas del lago Puyehue, a pocos kilómetros de la frontera, que cruzaremos mañana, después de pernoctar en un motel, el primero en muchos meses, el primero desde Tucumán, parece.  Y llueve.

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Hoy, recorriendo los primeros kilómetros hacia la frontera, encontramos lo que, ayer, nos parecía que faltaba en lo que veíamos de la región de los lagos chilenos: un ambiente pintoresco de verdad. Y mirando más hacia la frontera, parece que el ambiente promete continuar así.

Salimos de Chile, o mejor dicho cruzamos la línea de la aduana - porque estaremos en Chile todavía unos buenos kilómetros más - con un sello, una firma, y una sonrisa.

Como les comentamos a los aduaneros que nuestra Expedición nos va a llevar otra vez a Chile, en Tierra del Fuego, nos avisaron que, dentro de los términos de la ley, ya no podremos reingresar a Chile por habernos quedado en el país más de la cuenta ya; opinando, empero, al mismo tiempo, que, por lo que hacemos, probablemente habrá manera de encontrar alguna solución.

En la zona de unos 40 kilómetros que separa los puestos fronterizos chileno y argentino, por donde transitamos ahora, nos pareció muy divertido cuando cayeron unos copitos de nieve - pero, en cuestión de minutos, se largó una nevada en debida forma, cuyos millones de copos son muy visibles contra la negrura del camino. Es la primera vez que vemos árboles de hojas verdes blanqueados por nieve. No debe ser nevada accidental porque hay bastante nieve en el suelo de nevadas anteriores.

Es la última vez, después de tantas veces, que cruzamos nuestra vieja conocida, la cordillera de los Andes, aquí, a sólo unos 1.300 metros de altitud.

El panorama se volvió ahora realmente pintoresco, con una mezcla apretada de lagos, medianos y chicos, de crestas nevadas, de árboles muy grandes, y de vegetación de sotobosque bastante tupida. Parece que lo que faltaba del lado chileno está acumulado todo aquí.

El paso por la aduana argentina fue un sello, una firma, y deseos de feliz viaje. En realidad, todo resultó mucho más fácil de lo que podíamos esperar, porque ni siquiera nos dieron limitaciones de tiempo para el vehículo.

Parece que las leyes son una cosa y la práctica es otra - salvo que, más adelante, nos vaya a surgir algún problema burocrático en el momento menos pensado.