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Por ejemplo, en la música clásica, no siempre se conforman con despachar pieza tras pieza como se tira pescado a focas hambrientas, sino que se dan el trabajo de hacer comentarios, que no se asustan de cadencias rotas y otros términos técnicos ni de difundir interpretaciones comparativas de la misma pieza. También se dan el trabajo, y tampoco se asustan, de difundir, gran cantidad de música de las pequeñas corrientes laterales ignoradas por la corriente principal consagrada por el gran público, sin olvidar hermosas interpretaciones por perfectos desconocidos.

Por otro ejemplo, en los programas hablados, ya sintonizamos programas extendiéndose desde la pintura chilena a la ciencia universal, pasando por la cultura árabe y su posible contribución al mundo de mañana.

Incluso, hay programas totalmente en idiomas extranjeros; escuchando uno en italiano, Božka pegó un salto para reforzar y resostener la impresión - que tuvo cuando pasamos a la Argentina después de tantos otros países de habla hispana - de que los Argentinos hablan castellano con una influencia italiana.

Una de las radioemisoras es de la Universidad de Chile; otra, de la Universidad de Santiago; otra se llama, según lo detectan nuestros oídos, Radio Beethofen - así, con la "v" pronunciada a la alemana "f".

Durante nuestras andanzas, nos topamos con una estatua ecuestre de Pedro de Valdivia, héroe de los invasores pero maldición de los invadidos. Con tantas estatuas ecuestres, de tantos calibres, diseminadas de por el mundo, parecería que ya no se podría encontrar una que se merecería una categoría aparte; pero ésta decididamente llamó nuestra atención, y no porque es linda, al contrario, por lo que nos parece la pesadez, para no decir fealdad, de su caballo de labranza, y de su jinete burocrático, de proporciones pantagruélicas, en un pedestal microscópico; por lo menos, la podrían haber hecho más grande todavía, y sin pedestal en absoluto, para lograr la originalidad de que se pudiera pasear por entre las patas del caballo.



La estatua

Durante nuestras andanzas, también pasamos ya varias veces al pie de la loma, ahora llamada Santa Lucía, sobre la cual el pobre e inocente Pedro de Valdivia construyó un fortín para protegerse contra los malvados indígenas defendiendo su libertad; fortín en adición a la protección exigida de la indefensa estatua de la Virgen traída por Valdivia en su invasión desde el Perú, y ahora guardada en la iglesia y monasterio de San Francisco. El fortín todavía está, y la loma donde tanta sangre corrió es un paseo céntrico de la ciudad.

Así como en tantos casos de un nombre demasiado bien conocido, se puede apostar que Valdivia tuvo algún antecesor o precursor ahora desconocido o ignorado; y sí, antes de Valdivia, que recibe todo el resplandor de la historia, anduvo por aquí, con cinco años de anterioridad, en 1535, apenas 43 años después de Guanahaní, Diego de Almagro - pero él fue sólo el precursor, >>>>>>>>