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El paisaje es realmente grandioso. Claro que, en verano, sin la nieve, debe de ser menos vistoso.

¡Ay, qué extraordinario! Aun con todo lo que ya vimos en términos de ingenio vial de alta montaña, tuvimos que detenernos, y tenemos que maravillarnos: en una ladera del profundísimo valle adonde tendremos ahora que bajar, nos espera la carretera espectacularmente retorcida en quince tramos encimados, tan apretadamente que, por la perspectiva, parece que toda la ladera sería de un solo asfalto.

Y estamos bajando la lombriz, siempre en primera a manera de freno.



¡Y qué lombriz!

Desde arriba, parecía un juguete - con cochecitos y camioncitos con acopladitos trenzando la ladera. Pero con nieve y, peor, con hielo, debe de ser un puro infierno que ni las cadenas pueden aminorar mucho. La simple verdad es que Portillo, allá arriba, debe de ser el centro de esquí, a más de feo, el más sádico - y en la medida en que los esquiadores acuden y se someten, deben de ser los más masoquistas: ello, porque cuanto más atractivas se vuelven las pistas, tanto más imposible se vuelve su acceso por esta lombriz; y cuanto más fácil el acceso, tanto menos incentivo hay para subir.

Y bajando. Aquí, un herrero emprendedor ofrece reparar cadenas, alquilar cadenas, hasta hacer cadenas de medida; nosotros tenemos las nuestras, y con un gancho especial en cada eslabón, para las cuatro ruedas - pero nunca las utilizamos.

Va a anochecer. Bajamos casi 2.000 metros. Vamos a pernoctar al borde del camino.

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*

Esta mañana, decidimos que sería una lástima alejarnos de la Cordillera sin, antes, volver a disfrutar el magnífico paisaje de ayer. Así que subimos los caracoles, perdón, la lombriz, y hace varias horas que estamos aquí, empapándonos de la grandiosidad del panorama. Pero, ahora sí, hacia nuestra próxima meta, las ciudades de Viña del Mar y Valparaíso.

Otra vez bajamos las quince torceduras de la carretera encimadas por la abrupta ladera. Y cambiamos ahora a un cómodo declive, eso sí, sin fin a la vista.

El mundo que, hace un rato, era uno solo - de gigantes cordilleranos, de roca, de nieve - ahora, se dividió en tres.

/ Los gigantes se quedaron allá arriba, y todavía se los entreve de vez en cuando.