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espera una nueva sensación andina después de haber andado tanto por los Andes: cruzar la cresta de la Cordillera por un túnel - no, no exactamente, ya tuvimos el túnel de la cordería de Chavín.

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Esta noche fue espléndida. Una Luna llena inundó de su resplandor el valle toda la noche, destacando, por encima, las masas níveas en varias de las cimas.


La Luna ... y lo demás

Y ya está. Pasamos los trámites aduaneros argentinos, a unos 35 kilómetros todavía de la frontera propia. Fueron despachados literalmente en un santiamén, a pesar de la lugubre información que nos fue pintada en Mendoza. ¿Por qué la gente habla de lo que no sabe, o es que la situación fluctúa de turno en turno? Parece que vamos teniendo suerte por todos lados. Hermoso tiempo, hermosa carretera, trámite al instante.

Estamos pisando las huellas del Libertador - pues no de la Argentina, por lo que sabemos ahora, sino sólo de Chile - General José de San Martín. Estamos en el sitio donde, con su Ejército de los Andes, tuvo su primera batalla y primera victoria en el cruce de la Cordillera, en enero de 1817.

La carretera sigue muy confortable. El paisaje, pintoresco de montaña. El tiempo, hermosamente soleado.  De nieve, siempre nada, salvo en las cimas.

Ah, pero en el preciso momento de decir lo anterior, con una curva del camino, desembocamos en otro mundo, con nieve a ambos lados de la carretera misma - si bien sólo justo una capa milimétrica para hermosear el paisaje, nada para aliviar el luto de los esquiadores que, este año, en vez de esquiar, lloran y añoran los dos y tres metros de nieve habituales en esta época del año.

Llegamos a otra meta nuestra: el Puente del Inca. Es un puente puramente obra de la naturaleza; no sólo un puente nominal, algún tipo de arco, sino un puente verdadero, macizo, de mucha luz, de bastante apertura, y que, de verdad, soportó el tráfico transcordillerano desde que hubo una huella, y luego una carretera, hasta hace pocos años cuando se construyó la moderna carretera que estamos recorriendo nosotros, con su propio puente de hormigón.

Así que, ahora, el venerable puente natural cargado de sus milenios geológicos volvió a su condición primitiva de simplemente existir y hacer nada. Lamentablemente, no volvió a su aspecto primitivo porque tiene la desgracia de encontrarse en una zona de aguas surgentes termales, y a algún idiota pomposo, de hace muchos decenios ya, se le ocurrió instalar un establecimiento de baños termales justo debajo de una mitad del puente, desfigurando éste por completo.