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nosotros - pero muy suave, por favor; no nos asustan riesgos calculados, pero no nos gustan acontecimientos incontrolables.

Hablando de radio, una buena proporción de los locutores argentinos es muy distinguida, esnob, o ignorante, porque, en vez de utilizar la palabra kilohertzio, pronuncia la palabra kilohertz de una manera que se puede transcribir tan sólo ya sea con la escritura francesa "kiloheurtz" o por la escritura alemana "kilohörtz" para ilustrar el tinte injustificadamente inglés que le dan.

La última vez que compramos nafta, nos avivamos que no comprábamos nafta sino alconafta, una manera de estirar disponibilidades de nafta, nunca sobrantes, y de diversificar la utilización de ciertas plantas como justamente la caña de azúcar de Tucumán.

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Finalmente, nos pareció que sería verdaderamente una falta al deber, pasar tan cerca del Valle de Ischigualasto y no ver qué es - aunque sea para ver que es nada - solamente porque alguien lo castigó con el apodo de De la Luna.

Así que fuimos. Naturalmente, para un ratito solamente, de manera a recorrer, luego, los 300 kilómetros que nos separan de San Juan, y pernoctar a la entrada de la ciudad. Incluso, entramos a la zona del Valle antes de las 9 de la mañana, para tener tiempo para todo, valle y viaje.

Sin embargo, a las 16:30, en vez de estar en las afueras de San Juan, estábamos a la salida del Valle de Ischigualasto, agradeciendo su celador, o intendente, de habernos dejado recorrerlo a nuestro antojo, sin el cumplimiento del requisito que exige que se puede visitar sólo en compañía de un vigilante disfrazado de guía, por la muy atendible razón, conociendo el vandalismo de la gente, de evitar destrozos, garabatos y otros desmanes; como, por ejemplo, lo que le pasó a un loro - o sea una forma geológica apodada El Loro - que, desde hace más o menos un año, yace reducida a un montículo de terrones por haber sido tumbada de su pedestal multimilenario por energúmenos que son la vergüenza de la humanidad y de los turistas. Nos dio realmente un golpe enterarnos del caso.

El Valle de la Luna de Ischigualasto es, entre todos los valles de la luna, el que más se merece la calificación - y no por sus formaciones rocosas de fantasía, de las cuales también tiene y de interés, sino, al contrario, por sus grandes extensiones de leves ondulaciones casi esfumadas, como realmente las debe de haber en la superficie selenita. Hubiese sido una falla no conocer esta formación geológica y menospreciarla por culpa de otros valles de la luna que realmente no tienen nada salvo el nombre.



                            Algunas de las formaciones