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a una altitud, aquí, a elegir, de 4.290 metros, ó 4.288 metros, ó 4.275 metros (¡!), y justo a las 12. Estamos por cambiar de país y por cambiar de zona horaria: en la Argentina son las 13. Hace mucho que no cambiamos de zona horaria.


Después de Palo de las Letras, otra frontera poco común

Pero no cambiaremos todavía de imperio.

Por más increíble que parezca, seguiremos viajando en ese inmenso Tahuantinsuyo que pisamos por primera vez ya en el sur de Colombia.

Mirando para atrás, para ver de dónde venimos, vemos el cartel chileno rezando: "Bienvenidos, Chile". ¿Será que la diferencia de espíritu entre estos dos carteles refleja sólo el humor de los respectivos funcionarios, o refleja el espíritu de cada país?

Todavía nos falta 153 kilómetros de soledad para llegar a San Antonio de Los Cobres. Ahora lo sabemos con exactitud, porque hay un cartel. Con los 120 kilómetros hasta aquí, serán 270 kilómetros de soledad cordillerana entre los puestos fronterizos chileno y argentino.

El camino argentino, después de un principio mediocre, se volvió bastante bueno; de tierra, naturalmente, pero, en este mismo momento, andamos a 90 kilómetros por hora.  Empero, así también había trechos en Chile.

Por lo visto, la soledad es menos absoluta. Ya vimos un ranchito de pirca con cinco ovejas; y ahora, unas personas en el páramo; también, un gran rebaño de camélidos, probablemente llamas - pero en la distancia no se puede distinguir - y éstos también deben de pertenecer a alguien.

Nuestro paso hace levantar vuelo a tumultos de centenares de pájaros chicos vivaces.

Ahora, un grupo de seis pájaros caminadores que Božka insiste que son pequeños ñandúes.

Ahora, a sólo 30 kilómetros pasada la frontera, en la quebrada, todo un poblado, de nombre Catúa; así que las cosas no parecen tan solitarias de este lado como del chileno. Probablemente de muy poca ayuda en caso de percance, pero por lo menos habría presencia humana.

¡Ahá! Aquí mismo, el primer puestito de la gendarmería argentina. Todavía no para trámites.  Sólo de avanzada de vigilancia.

Cambió el panorama. Ya nada de altas cumbres rocosas, a veces nevadas, o de volcanes pelados. Si bien todavía a 4.200 metros de altitud, estamos viajando por entre ondulaciones moderadas, con los colores de la escasa vegetación de las alturas.

Un cartel advierte: "Prohibido cazar vicuñas", por lo que, lógicamente, vicuñas debería de haber.