español english français česky

En el momento cuando razonábamos que, por lo tanto, habría que avisar, por los carabineros, al administrador que nos mande su informe el día 11 y no el 16, por alguna razón impalpable se nos cristalizó la idea de que quizás sería todavía mejor volver al tamarugal en la fecha indicada y ver la perra de nuestros cuatro ojos. 300 kilómetros de ida, otros tantos de vuelta, pero seguridad 100/oo.

Mientras tanto, hacia nuevos horizontes, nuevas metas aleatorias. Básicamente, hacia los pueblos de Lasana y Ollagüe; este último, aquel pueblo por el que hubiésemos entrado a Chile si hubiésemos salido de Bolivia por el camino de Uyuni.

Estamos en Lasana.  En camino, descubrimos varias cosas.

Una cosa, que el mapa de lujo que tenemos tiene más inexactitudes que indicar pueblos que no existen.

Según el mapa, el camino desde Calama, vecino de Chuquicamata, a Lasana tenía que haber sido del tipo de tierra bueno. En la práctica, en un principio, fue de asfalto, y luego, se tornó de tierra pésimo, a tal punto que, cada vez que era factible, transitamos por huellas en el desierto lateral en vez de por el camino establecido.

Otra cosa, que los Chilenos parecen demasiado líricos en la apreciación de sus existencias arqueológicas.

El tramo de camino de ChiuChiu a Lasana pasa por una quebrada donde hay petroglifos que, según aseguran los Chilenos, no pueden no llamar la atención.

Los petroglifos los vimos; e, incidentalmente, están bien marcados con carteles, como todo parece bien marcado en Chile; pero, a nosotros, lo único notable de dichos petroglifos pareció ser que alguien los haya alcanzado a notar jamás: son totalmente primitivos, innocuos e inexpresivos. Su única virtud siendo que, ahora, por contraste, apreciamos más los lindos petroglifos que vimos en otras partes.

Un rasgo que, sin embargo, merece mención es que, entre los habituales esbozos zoomorfos, vimos unos pocos dibujos que no parecen ni zoomorfos ni geométricos ni antropomorfos y que, más bien, sugieren, al gusto del observador, algo como una alga en el agua o una nebulosa o simplemente una decoración formada de líneas curvas delimitadas por un perímetro aproximadamente circular.

Aquí mismo, en Lasana, hay un pucará que era una de nuestras metas, siendo un pucará un poblado fortificado de los paraborígenes prehispánicos en una situación estratégica - lo que suena bastante distinguido. Después de ver este pucará, para, se calcula, unas 700 personas, ofrecemos la siguiente definición: un villorrio de casas amontonadas como ovejas protegiéndose contra un peligro, sin interés arquitectural, ni siquiera interés defensivo.



El pucará