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1.800 metros y bajando. El aire se volvió literalmente más pesado y espeso, y sí, el camino, si bien todavía de tierra, se volvió mucho mejor que cualquier camino de tierra de Bolivia.

¡Pavimento! Hemos tocado pavimento a 150 kilómetros de la frontera. Todo un acontecimiento, porque aquí, según creemos, termina la norma de caminos asesinos de los países andinos y empieza otra vez la norma de caminos pavimentados, con los de tierra, sólo como excepción. El que menos se quejará del cambio será nuestro vehículo.

1.300 metros. Las crestas y lomas circundantes se allanaron en una inmensa planicie bajando levemente en la dirección en la cual viajamos. Debe de ser éste el desierto de Tarapacá, y desierto es. A ver si encontramos una loma que, se dice, tiene geoglifos de tipo nasqueño.

¡Ahá! Allí está. No se puede no verla. Se redondea solitaria en el medio de la llanura y, efectivamente, ahí están los dibujos gigantescos delineados someramente sobre toda la ladera; específicamente, un dibujo geométricamente angular, quizás vagamente antropomorfo, que a alguien se ocurrió que representa un robot; y otro dibujo, que quizás se podría interpretar como un oso hormiguero, con manchas tipo lunares.


Los geoglifos de Tarapacá

Quizás tengan estos geoglifos en este cerro Unita alguna relación arqueológica con los de Nasca. A nosotros nos sugieren el mismo comentario: muy interesantes para especular en cuanto a su origen y significado. Pero, éstos, para la vista, realmente muy primitivos y sin interés.

Aquí, como con el salar de Coipasa, ayer, tuvimos la misma dificultad para tratar de tomar fotografías, debido a la fuerte turbulencia del aire por las ondas térmicas emanando del desierto.

Hay otros dibujos similares, en otras laderas y otros desiertos a lo largo del norte chileno, más singularmente en un lugar llamado Los Pintados, más al sur de aquí. Este último sitio es una de nuestras metas. Esperemos que los dibujos serán más dignos de atención que éstos de Tarapacá.

En unos pocos kilómetros más de esta sensación desconocida de un ancho pavimento, llegamos al empalme, en el medio del desierto, de este camino desde Bolivia con la carretera principal norte-sur de Chile, que, aquí también, llaman Panamericana, si bien nosotros sabemos que no hay tal cosa. Panamericana o no, es una carretera muy buena. En el empalme, hay un puesto de carabineros. Otra vez, edificios bien construidos y mantenidos, siempre la misma diferencia de ambiente con Bolivia como entre Costa Rica y Nicaragua.

No serviría de nada llegar a Iquique, nuestra próxima meta, hoy a última hora; así que vamos a quedar aquí para pernoctar, y mañana tempranito seguiremos hacia ese puerto, ya a cero metro, en el Pacífico.