español english français česky

* Desde que luchamos con la nieve de Chacaltaya, nuestros ojos se dirigen más a menudo y con más interés hacia la capucha blanca de dicho macizo, bien visible desde el aeropuerto, nuestro centro de operaciones en La Paz.

  Así, notamos que Chacaltaya es un verdadero nevómetro, indicando con bastante precisión la cantidad de nieve que cae o que se derrite, en períodos de horas o días. Hay cerros más bajos donde la nieve nunca cae; hay otros, más altos, donde hay tanta nieve que no se nota cuando una parte se derrite. Chacaltaya está justamente a la altitud crítica, donde recibe tanta nieve como los cerros más altos pero donde las ambituras oscilan más cerca del punto de fusión, de manera que, entre su cumbre siempre nevada y sus faldas bajas nunca nevadas, las grandes superficies de sus laderas intermedias van oscilando permanentemente de día a día, a veces en pocas horas, entre blanco y negro, y viceversa, como un nevómetro de precisión, en función de la cantidad de nieve que cae o se derrite.

Anotaciones todavía faltan, pero ¿por qué será que una vocecita recién acaba de advertirnos de una prioridad absoluta?


En camino: llamas, cementerio y el Huayna Potosí

. .
*

Estamos emergiendo de un sesquidía de una interrupción tan inesperada como cansadora, como desagradable. Muy lamentablemente, tendremos tiempo de sobra antes de viajar para comentar lo ocurrido; así que, ahora, a terminar con las anotaciones varias.

* Otra marejada, explosión, de inflación: no solamente la fecha de vencimiento de los cheques de gerencia ya en circulación cuando llegamos a Copacabana fue postergada ad infinitum, sino que, ahora, empiezan a circular "cheques de gerencia" de medio millón y de un millón de pesos, porque los de 100.000 apenas si alcanzan ya para los precios vigentes.

* Tuvimos otra oportunidad de asombrarnos ante las torrentadas callejeras de La Paz cuando llueve: cruzar una calle es realmente cruzar un torrente.

* En previsión de que la próxima porción de esta Expedición nos llevará por las partes más antárticas del continente en pleno invierno, nos pareció apropiado reacondicionar el radiador con anticongelante, contra las frioturas del caso. Sí, pero comprar anticongelante no fue simplemente comprar anticongelante. Fue una epopeya. Para acortar la historia, nos tardó varias horas y mucho manejar y mucho caminar para, por fin, conseguir los dos galones que necesitamos - ya que, siendo importado el producto, va por galón, naturalmente; y creemos que nos llevamos los dos últimos galones disponibles. Pero ¿por qué extrañarse?