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y otros no, por una variedad de placas de plomo, para impedir el paso, o dar paso, a partículas de diferentes fuerzas de penetración.

Hablando de plomo regulador, estuvimos dentro de una habitación con paredes y techo hechos de plomo, de un espesor dando una protección contra las radiaciones cósmicas equivalente a dos atmósferas terrestres, para impedir la llegada hasta los detectores adentro, de todas las radiaciones cósmicas, salvo las más potentes.

Los aparatos conectados a los detectores están programados de tal manera que no reaccionan permanentemente al sinfín de eventos que llegan del espacio, sin interés para los científicos, sino que saben detectar aquellas condiciones mínimas que interesan a los científicos, y, entonces, instantáneamente reaccionan para registrar el evento.

Apartándose de los dogmas aceptados por ahora, una observación llevó a la especulación, hace unos diez años, pero sin corroboración por ahora, de que quizás podría haber partículas, taquiones, más veloces que la luz misma, postulada hasta ahora como lo más rápido que pueda existir. Según nuestro mentor, éste es un ejemplo de un dato observado pero, por ahora, sin asomo de explicación valedera dentro de nuestro mundo tal como lo concebimos. ¿Podría ser, que la teoría de la máxima velocidad de la luz sea cierta dentro de nuestra dimensión del mundo, y que los taquiones, si es que existen, pertenezcan a otra dimensión del mundo, todavía vedada a nuestra percepción y nuestro análisis?

Un elemento que este observatorio y un observatorio que visitamos en Nuevo México tienen en común es la inexplicable incongruencia de errores de ortografía en un ambiente tan erudito. En este observatorio, según vimos por escrito, no se trata de arribo de una comisión sino de arrivo de una comisión. Curioso, muy curioso.

•░░• Cuando salimos del observatorio, vimos que, durante nuestra visita, había cambiado totalmente el tiempo; un Sol parcial había dado paso a un sudario nebuloso negro y a una fuerte granizada, y vimos las consecuencias: nuestras propias huellas en la nieve que debían servirnos de guía de regreso ya estaban borradas, y seguía granizando. ¿Ir o esperar? Esperar hubiese significado una mayor acumulación de granizo y la probabilidad de congelamiento de la capa en el suelo por la ambitura en disminución de la tarde.

Echamos a andar y, siempre como una oruga y con mil precauciones, atravesamos los bancos de granizo, cuidando cada centímetro a la derecha y a la izquierda para no dejarnos resbalar en una situación sin salida. Poco a poco, bajando de altitud, fue cambiando el granizo en lluvia, fue disminuyendo la capa de granizo en el suelo, y nos encontramos con tan sólo la trocha en cornisa, angosta, retorcida, desigual.



El camino

Un solo viaje doblemente interesante.